Bolsonaro llegó con unos diez años a esta remota localidad serrana en el sur del estado de Sao Paulo, rodeada de reservas naturales y que se sustenta de pequeños cultivos de plátano y palmito y un incipiente turismo.
Aquí se crió y se formó el futuro jefe de Estado brasileño, en plena dictadura militar (1964-1985) y cerca entonces de un área de entrenamiento de la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), una guerrilla de extrema izquierda que luchó contra el régimen.
Los vecinos que convivieron con el mandatario electo le recuerdan como un “chico normal” de “familia humilde”, desmontan la imagen de machista, racista y homófobo que ha cargado durante la campaña electoral y rechazan la idea de que suponga una amenaza a la democracia por ser un nostálgico de la dictadura.
Su padre se ganaba la vida como “dentista práctico” , es decir, sin formación oficial. Con ese trabajo alimentó a Jair y a sus otros cinco hermanos, otros dos hombres y tres mujeres (un séptimo murió poco después de nacer).
Varios de ellos viven aún en Eldorado. El mayor, Angelo Guido Bolsonaro, cuida de una modesta tienda de productos electrónicos ("Electrónica Bolsonaro") situada enfrente de una comisaría. “Soy consciente de que por cuatro años no voy a ver mi hermano”, afirma resignado Angelo Guido, de 66 años sobre el papel, pues él también cuenta los nueve meses que estuvo en la barriga de su madre, según precisó a Efe.
De su hermano Jair recuerda que pasaba bastante tiempo en el río que rodea al pueblo, “Ribeira de Iguape” , buscando el oro que narraban las leyendas locales, pero del que nunca hubo rastro. También pescaba con red y canoa y si el día era productivo, vendía una parte en la plaza del pueblo. En esas aventuras le acompañaba Haroldo Sebastiao Coutinho, quien hoy tiene 68 años y nunca pensó que su amigo de infancia fuera a convertirse en presidente.
“Salía con Jair e íbamos hasta la caverna que daba unos 40 kilómetros y ahí en la orilla del río bateaba oro, solo para hacer la gracia”, dice a Efe 'Bastiao', como le llamaba Bolsonaro, del que asegura que era “ muy observador” y “estudioso” y al mismo tiempo le gustaba tomar el pelo” a sus compañeros y poner “motes a todo el mundo”. “En aquel tiempo era así, hoy se habla de bullying, pero era una gracia, de buenas”, recalca el que fue también compañero de pupitre de Bolsonaro en el colegio Dr Jayme Almeida Paiva, donde estudió durante toda su adolescencia en el turno de noche.
Su profesor de Física y Química era Valdemir Roque Vegini, ya jubilado a sus 72 años y quien recuerda al joven Bolsonaro como un alumno como los otros, pero destacado. “Era un chico que preguntaba bastante, no eran unas preguntas de pregunto por preguntar, él quería aprender, percibimos su voluntad de querer más. Fue un óptimo alumno de notas, 9, 8,10. Respetuoso”, expresa a Efe.
Valdemir cree que Bolsonaro “tiene todo para ser buen presidente”, lo que para él, como su antiguo profesor, representa “ un orgullo tremendo”. El actual director de la escuela, Domingos Felix de Pontes, a quien el padre de Bolsonaro le quitó una muela cuando era niño, guarda en un cajón el último y amarillento boletín de notas del capitán en la reserva del Ejército.
La mayor calificación la obtuvo en Matemáticas (9,6) y la peor (7,6) en una materia denominada Organización Social y Política Brasileña, que transmitía la ideología conservadora del régimen militar y exaltaba el nacionalismo. “Aparentemente, si lo comparamos con los alumnos que tenemos hoy, no sería el mejor de la escuela, pero estaría entre los buenos alumnos”, asegura De Pontes.
De allí el hoy gobernante electo salió para ingresar en la Academia Militar de Agujas Negras, en Resende (Río de Janeiro) , ya que en esos años hacer carrera en el Ejército se veía como algo bueno y un empleo garantizado para “una ciudad que no tenía nada”, explica el profesor.
Antes de alistarse, Bolsonaro, conocedor de los senderos de la región, ayudó a los soldados en la búsqueda del capitán Carlos Lamarca, que desertó como militar para convertirse en guerrillero de la VPR. Según Valdemir, que también impartió clase a sus tres hermanas, Bolsonaro defendió después el ambiente político “ en el cual él siempre estuvo ” , pero cree que “entre el decir y el hacer existe una distancia grande”.
“Tengo certeza de que no va a usar el Ejército para mantener el orden. No hay necesidad porque Brasil no necesita de eso hoy”, completa. Bolsonaro ha prometido a su hermano Angelo y a su amigo Haroldo que su primer viaje una vez asuma la Presidencia, el próximo 1 de enero, será a Eldorado, que ya acostumbraba visitar una vez al año para reunirse con la familia y no perder las raíces del pueblo que le vio crecer.