El periplo balcánico de los refugiados empieza en una playa turca

ESTAMBUL. Para la inmensa mayoría de los refugiados que llegan estos días a Europa Central a través de los países balcánicos el periplo empieza en una playa turca del mar Egeo, desde donde se divisan las islas griegas de Quíos, Kos o Lesbos.

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Aunque la distancia en línea recta no llega a diez kilómetros para ninguna de las tres islas, cruzar ese brazo de mar es la primera prueba de fuego para los refugiados que se dirigen a Europa, y muchos perecen en el intento.

“Éramos 50 personas en una lancha neumática de siete metros de eslora, y estuvimos más de cinco horas dando vueltas por el mar, porque el conductor de la lancha no sabía llevarla”, recuerda en conversación con Efe un joven sirio que sólo acepta dar su nombre de pila, Amro.

Es habitual que el barquero sea simplemente un refugiado más, a menudo sin experiencia, que se ofrece a conducir a cambio de viajar gratis.

“Al final nos quedamos a la deriva en el mar y nos habríamos ahogado si no fuera por la patrulla costera griega que nos descubrió y vino a salvarnos”, recuerda Amro.

El joven, un estudiante de Economía que hoy vive en Holanda, cruzó a Lesbos, uno de los destinos más habituales, que también eligió otro refugiado, que prefiere identificarse con el seudónimo Mohamed Ali.

“Encontrar a un traficante en Esmirna -la mayor ciudad de la costa egea turca- es fácil, hay miles”, asegura a Efe desde su actual exilio en Alemania.

“Pero hay que tener gran cuidado, porque son todos mentirosos y timadores y no les preocupa si la gente se muere por el camino o no”, asegura.

Los precios para embarcarse en una lancha neumática varían entre los 900 y los 1.200 euros, pero “el viaje nunca es fácil: el mayor peligro no son las olas sino las barcas griegas”, señala Mohamed.

“La primera vez que lo intenté, nos encontramos con un barco griego tripulado por personas enmascaradas que tenían armas de fuego. Nos quitaron el motor y el carburante y nos dijeron en inglés que volviéramos a Turquía”, relata.

“Si te enfrentas a ellos, te hunden la barca. Y si les prometes regresar a Turquía, te dejan, pero se quedan con el motor, como en nuestro caso, que nos quedamos a la deriva durante una hora, hasta que apareció una patrulla costera turca y nos llevó a tierra”, agrega.

Su experiencia coincide punto por punto con varios testimonios de refugiados hechos públicos en julio por el gobernador de Esmirna, que también relataban agresiones a las lanchas por parte de personas enmascaradas en barcas aparentemente griegas.

Mohamed cree que estas “patrullas” tienen relación con el Gobierno griego, aunque admite no tener pruebas, dado que las barcas no llevan símbolos ni identificación aparente.

De vuelta en Turquía, los rescatados fueron confinados en un estadio de fútbol, del que Mohamed se escapó trepando por la pared, mientras que sus amigos fueron puestos en libertad al cabo de cinco días, y el grupo decidió emprender un nuevo intento.

“También esta vez nos encontramos con la barca griega, y nos volvieron a quitar el motor, pero ya estábamos tan cerca de la costa que remamos hacia ella con un trozo de madera; nos siguieron pero empezamos a llamar a la Cruz Roja y a organizaciones de ayuda y hundimos nuestra barca para que no nos obligasen a volver”, relata.

“Una vez en la isla hay que esperar cuatro o cinco días, durmiendo en un parque o un hotel, según el dinero que tengas, para recibir un documento interino griego que te permite moverte”, agrega Mohamed.

Otro refugiado, un joven traductor de Latakía que pide identificarse bajo el seudónimo de Anastas, asegura que tuvo que quedarse varios días en un centro de acogida en Lesbos “ en condiciones terribles ” , aunque el trato fue normalmente correcto, añade.

Anastas se decidió por la vía marítima, como casi todos los refugiados, porque según le dijeron “la frontera terrestre turca está muy bien vigilada por los búlgaros”, y tuvo “una suerte increíble” al hacerse a la mar.

“Tuvimos buen tiempo, no vimos patrullas turcas y nos recogió una patrulla griega que nos remolcó al puerto; se portaron muy bien con nosotros”, asegura.

En los últimos meses, el número de refugiados que cruzan a Lesbos y otras islas ha aumentado enormemente, hasta sumar cientos al día.

En sólo cinco días de julio pasado, los guardacostas turcos rescataron a 568 refugiados camino de las islas griegas, según datos de la oficina del gobernador de Esmirna.

Entre enero y julio, las patrullas turcas salvaron a 20.165 refugiados indocumentados en 629 operaciones en las aguas turcas del Egeo, a lo que se añade la detención de 42 traficantes.

Quienes consiguen llegar a una isla griega, como Mohamed, Anastas o Amro, reciben su documento interino y luego toman el transbordador a Atenas, donde deben decidir la siguiente parte de su viaje: o bien por avión, con papeles falsos, o bien a través de los Balcanes.

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