El Papa canonizó a la madre Teresa de Calcuta

VATICANO. El papa Francisco canonizó este domingo a la madre Teresa de Calcuta, de quien destacó que se hizo oír ante los poderosos culpables de crear la pobreza, en una ceremonia en la Plaza de San Pedro. Más de 100.000 personas asistieron al acto.

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Tras 19 años de su muerte y tras un rápido proceso de canonización, ya que fue proclamada beata en 2003, la madre Teresa de Calcuta se ha convertido en Santa esta mañana. Junto con el papa Francisco, precidieron esta ceremonia 70 cardenales, 400 obispos y 1.700 sacerdotes.

Durante la homilía, el Papa elogió la labor de la madre Teresa “en defensa de la vida humana, desde aquellos no nacidos hasta los descartados". Reconoció también que será difícil llamarla “Santa Teresa” porque “su santidad fue tan cercana a nosotros, tan tierna y espontánea que se le seguirá llamando madre, madre Teresa ”. Explicó además que la figura de la madre Teresa será la santa de todo el mundo del voluntariado e instó a que ella sea vuestro modelo de santidad.

La canonización de la madre Teresa fue el acto más multitudinario de este Jubileo de la Misericordia, instituido por Francisco. Al acto asistieron más de 100.000 fieles; cabe destacar que uno de los sectores más cercanos al altar fue ocupado por 1.500 personas sin techo, atendidas por las hermanas de la madre Teresa en Italia, a las que después se les ofrecerá un almuerzo a base de pizza en el Vaticano, por voluntad del Papa.

Para el proceso de canonización se necesitaron dos milagros aprobados, uno para la beatificación y otro para la canonización. El primero fue la “curación inexplicable” de una mujer india de religión animista, Mónica Bersa, de 34 años, quien padecía un tumor en el abdomen del que sanó en 1998, y el otro la sanación del brasileño Marcilio Andrino, quien se curó de una grave infección cerebral en 2008.

La madre Teresa, con su labor de ayuda a los más pobres y desfavorecidos en las calles de Calcuta, y en todo el mundo, con sus centros de las Misioneras de la Caridad, es para la Iglesia católica el símbolo de lo que debe ser la misericordia sobre la que Francisco ha querido hacer hincapié en este Año Santo.

El Papa hizo hincapié, pronunciando con fuerza y repitiéndolo, que la madre Teresa "ha hecho sentir su voz a los poderosos de la Tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos”. Recordó también cómo “se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado”.

El pontífice valoró de la monja, premio nobel de la Paz en 1979, su lucha contra el aborto y cómo siempre aseguraba que el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre. “Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”, señaló.

“Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo, y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”, abogó. Rememoró que la madre Teresa amaba decir: “Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír” e invitó entonces a llevar “en el corazón su sonrisa" y entregarla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. “Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura”, concluyó su homilía el Papa.

La figura de la madre Teresa también inspiró al Papa a recordar tras la misa “a los que ofrecen su servicio a los hermanos en situaciones difíciles y peligrosas y a tantas religiosas que donan sus vidas sin escatimar esfuerzos”. Seguidamente, pidió rezar por la misionera española Isabel Solá, asesinada el viernes en Puerto Príncipe y por el resto de religiosas que han sufrido violencia.

Entre las personalidades asistentes a la canonización se destacó la reina Sofía, que se encontraba en primera fila en el sector reservado a delegaciones extranjeras y quien saludó al pontífice antes de la ceremonia.

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