RABAT. Al acto fueron invitados miembros de las numerosas órdenes religiosas presentes en Marruecos, -hubo españoles, franceses, congoleses y mexicanos, entre otras nacionalidades-, y junto a ellos estaban los representantes de los cultos evangélico, anglicano y ortodoxo en Marruecos.
El discurso de Francisco, quien estuvo flanqueado por el arzobispo de Rabat, Cristóbal López (salesiano español que marcó presencia en el Paraguay, durante sus muchos años de servicio en nuestro país), y el de Tánger, Santiago Agrelo, estuvo centrado sobre todo en elogiar la labor de los religiosos, a los que animó a seguir “estando cerca de quienes a menudo son dejados atrás, de los pequeños y los pobres, de los presos y los migrantes”.
La labor de los religiosos y sus servicios asistenciales y de caridad con enfermos, presos, ancianos o migrantes sirve para “desenmascarar y poner en evidencia todos los intentos de utilizar las diferencias y la ignorancia para sembrar miedo, odio y conflicto”.
Y es que Francisco volvió sobre la idea de la fraternidad universal “golpeada por las políticas de integrismo y división y por los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres”.