El mulá Omar, misterioso jefe de los talibanes, muerto hace dos años

KABUL. El misterioso mulá Omar, líder histórico de los talibanes afganos, cuya muerte ocurrida hace dos años fue confirmada este miércoles, era un combatiente de origen modesto que dirigió uno de los regímenes más rigurosos de la historia musulmana.

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Omar fue derrocado por los occidentales tras los atentados del 11-S en Nueva York y su muerte ocurrió “en circunstancias misteriosas” en abril de 2013 en un hospital de Karachi (Pakistán), según revelaron los servicios de inteligencia afganos.

El comandante talibán, reconocible en viejas fotos en blanco y negro por su oscura y tupida barba, tocado con un turbante y tuerto de un ojo, se hizo conocido para Occidente al imponer bajo su ’reinado’ (1996-2001) un tratamiento brutal a las mujeres, haber hecho destruir los Budas gigantes de Bamiyán y prohibir la música y la televisión.

El nombre del jefe talibán, llamado “comendador de los creyentes” por sus fieles, inmediatamente se convirtió en sinónimo de “terror” por haber acogido en Afganistán a Osama bin Laden, artífice de los atentados en Nueva York y Washington y jefe de Al Qaida, grupo que actualmente “compite” en Oriente Medio con la organización Estado Islámico (EI).

Derrocado del poder a fines de 2001 por una coalición liderada por Washington, el discreto mulá Omar se había, según fuentes concordantes, instalado en el vecino Pakistán, entre Karachi (sur) y Quetta (suroeste), donde se suopone vivió bajo la estrecha protección -o control- de los servicios de inteligencia locales.

No obstante, hasta la confirmación brindada en esta jornada, en los últimos meses se habían intensificado los rumores sobre su muerte en los medios yihadistas de la región, lo que empujó a numerosos comandantes talibanes a pasarse a las filas del EI para preocupación de sus mandos.

Así, este miércoles, dos altos mandos, uno del gobierno afgano y otro talibán, anunciaron bajo anonimato su muerte, confirmada luego por los servicios de inteligencia de Kabul.

Para intentar cortar de tajo la creciente influencia del EI en la región y los rumores sobre su deceso, los talibanes publicaron en abril pasado una biografía ’sorpresa’ de su jefe. A pesar de que “es acosado sin tregua por el enemigo, ningún cambio fue observado en sus hábitos de trabajo”, subrayaba este texto absolutamente ditirámbico, que presenta siempre al mulá Omar como el “supervisor” de las actividades de los talibanes en su lucha contra las fuerzas gubernamentales afganas y extranjeras.

Repleta de anécdotas de combate, esta biografía señala que el RPG-7, un lanzagranadas antitanques de fabricación rusa, era el “arma preferida” del mulá Omar, por el que Estados Unidos ofreció una recompensa de hasta diez millones de dólares por informaciones que facilitaran su captura.

Nacido en 1960 según esta biografía, Mohamad Omar creció en Kandahar (suroeste) en el seno de una familia de campesinos pobres provenientes de la rama ghilzai del pueblo pastún, disperso entre el sur de Afganistán y Pakistán. Más tarde frecuentaría una célebre escuela coránica paquistaní, que abandonaría para unirse a la lucha contra las tropas soviéticas que invadieron Afganistán en 1979.

En esta época, el mulá Omar era apenas un joven combatiente sin grado militar ni diploma en teología, que vivía en Sangesar, una aldea perdida no lejos de Kandahar. Durante estos combates contra los soviéticos y el gobierno afgano aliado de Moscú, fue herido en cuatro ocasiones y perdió el ojo derecho.

A comienzos de los años 1990, tras la retirada de las fuerzas soviéticas, se convirtió en líder de la aldea y captó a jóvenes islamistas atraídos por sus éxitos guerreros, grupo que dará origen a un nuevo movimiento, el de los talibanes, formados y apoyados por oficiales del ejército paquistaní.

En 1994, este joven movimiento islamista armado tomó el control de la provincia de Kandahar, en un país sumido entonces en una guerra civil. Dos años más tarde, los talibanes marcharon sobre Kabul, ejecutando al presidente Mohamad Najibulá e imponiendo su fundamentalismo, para luego acoger a Bin Laden, expulsado de Sudán.

Contrariamente a este último, muerto en mayo de 2011 durante un operativo de la CIA estadounidense en Pakistán, el mulá Omar nunca hizo declaraciones en video, pero sí numerosos discursos que le eran atribuidos y eran leídos por el portavoz oficial de los talibanes o difundidos en Internet.

La presión sobre los talibanes para que brindaran “pruebas” de que su líder estaba vivo perdió sentido este miércoles cuando el portavoz del Directorio Nacional de Seguridad afgano, Haseeb Sediqi, declaró: “El mulá Omar está muerto. Murió en un hospital de Karachi en abril de 2013 (...) en circunstancias misteriosas”. Las mismas que rodearon su vida.

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