En una ceremonia multitudinaria en el mausoleo en el que está enterrado Jomeiní, cuya muerte se rememora en esta jornada, el líder supremo insistió en que el legado del ayatolá y fundador de la República Islámica es “el camino de la resistencia”.
Jameneí subrayó en su discurso que “el precio de rendirse ante el enemigo es mucho más alto que el de la resistencia”, por lo que pidió firmeza para impedir su avance.
“El gran error es que alguien crea que no se puede resistir ante los 'cuellos anchos' del mundo (las potencias) y que es inútil”, afirmó el líder, en una advertencia a los jefes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y a la cúpula militar, presentes en el acto.
El público interrumpió en ese momento la alocución con lemas de “No nos rindamos” y “Luchemos contra EE.UU.”, a lo que Jameneí respondió que el hablaba de resistir y no de luchar.
La tensión entre Teherán y Washington vivió un punto álgido a mediados del mes pasado, coincidiendo con sabotajes a petroleros en el golfo Pérsico y con la decisión de EE.UU. de reforzar su despliegue militar en la zona.
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Pese a que muchos escucharon ya tambores de guerra, ambos países insistieron en que no buscaban un conflicto.
La situación se ha relajado y el presidente estadounidense, Donald Trump, ha hecho varios llamamientos a un diálogo.
Su secretario de Estado, Mike Pompeo, quien el año pasado estableció doce exigencias draconianas a Teherán, afirmó hace dos días que su país está preparado para dialogar “sin condiciones previas”, siempre que Irán se comporte “ como una nación normal”.
Sin embargo, Teherán no está por la labor todavía de aceptar nuevas negociaciones, teniendo en cuenta que Washington se retiró de modo unilateral del acuerdo nuclear de 2015 y volvió a imponer el año pasado sanciones contra Irán.
“Trump ha dicho que Irán puede avanzar con los mismos líderes, eso significa que no quiere derrocar (el régimen). Es verdad, podemos progresar más, pero la condición es que los estadounidenses no se acerquen”, dijo Jameneí.
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En este sentido, hizo hincapié en que “el objetivo de la resistencia es llegar al punto de disuasión ” para impedir al enemigo atacar a Irán en todos los campos, tanto económico como político, social y militar.
“Nosotros hoy a nivel militar hemos llegado en gran medida a ese punto de disuasión y por eso insisten en limitar nuestros misiles, pero nunca lo lograrán”, aseveró.
La presión de EE.UU. contra Irán tiene el objetivo, según Washington, de que Teherán no consiga la bomba atómica, frene el desarrollo de sus misiles balísticos y limite su influencia en la región.
Las relaciones entre EE.UU. e Irán se rompieron tras el asalto a la embajada estadounidense y la toma de rehenes tras la Revolución Islámica de 1979, ordenado por Jomeiní.
El ayatolá, elevado a la categoría de imán por sus seguidores en el país persa, falleció el 3 de junio de 1989.
A su funeral un día después acudieron varios millones de personas, lo que obligó a retrasar las exequias bajo estrechas medidas de seguridad.
El hombre destinado a suceder a Jomeiní era Hosein Ali Montazerí, una gran figura de la Revolución, pero en los últimos años empezó a abogar por una mayor libertad política en el país y acabó por renunciar al puesto tras la ejecución en 1988 de miles de presos políticos.
Por ello, Jomeiní optó por Jameneí, quien en esa época era presidente de Irán pero no tenía el rango de “marya” (fuente de emulación), lo que obligó a modificar las leyes constitucionales que estipulaban ese requisito para ser líder supremo.
Jameneí fue elegido el 4 de junio de 1989 sustituto de Jomeiní en una reunión de la Asamblea de Expertos, gracias en parte al respaldo que le otorgó Akbar Hashemí Rafsanyaní, el otro hombre fuerte de la República Islámica.
Desde entonces han transcurrido ya tres décadas, tiempo en el que Jameneí ha sabido afianzarse en el cargo y tener la última palabra en las decisiones claves de Irán, como ahora, cuando determina que no habrá ni guerra ni negociaciones con EE.UU.