Las fuerzas gubernamentales sirias, apoyadas por tropas en el terreno y bombardeos aéreos rusos, intentaban desde hace varias semanas llegar a Palmira, inscrita en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO, a través del desierto de la provincia de Homs.
Los yihadistas del Estados Islámico habían sido expulsados en marzo de 2016 de la ciudad que habían tomado en mayo de 2015. Pero en diciembre volvieron a instalarse en ella. El miércoles, luego de combates, las fuerzas del régimen lograron ingresar en Palmira.
“El EI se retiró de gran parte de Palmira luego de colocar minas en la ciudad. En los barrios del este hay kamikazes”, declaró Rami Abdel Rahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) .
“Las fuerzas gubernamentales no pudieron de momento llegar al centro de la ciudad o a los barrios del este”, dijo a la AFP. Según Rahman ya no quedan combatientes yihadistas en la zona principal de la antigua Palmira, situada en el suroeste de la ciudad, pero ese sector está “muy minado”.
El periódico Al Watan, cercano al poder, informó que el ejército “ingresó en Palmira desde el sur y el suroeste, luego de instalarse en campos y colinas alrededor de la ciudad”.
Los yihadistas que capturaron en 2015 esta ciudad del centro del país, se libraron a ejecuciones masivas y a la destrucción de los templos.
La UNESCO condenó como un “crimen de guerra” las destrucciones en el tetrápilo -un monumento de 16 columnas construido a fines del siglo III- así como en el interior del teatro romano, del siglo II.
Casi seis años después del inicio del conflicto en Siria, las nuevas negociaciones iniciadas el 23 de febrero en Ginebra entre el régimen y la oposición continúan sin avanzar. La oposición siria se negó el miércoles a discutir el tema del terrorismo como pide la delegación del régimen, que califica de “terroristas” a todos los rebeldes.
Estas negociaciones se complicaron por la extrema complejidad del conflicto en el que están implicados actores locales y regionales pero también potencias internacionales.
El territorio está en manos de múltiples fuerzas, como en el norte del país en donde kurdos, rebeldes, fuerzas gubernamentales y yihadistas controlan diferentes sectores.
Turquía, que afirma querer controlar su frontera, lanzó en agosto la operación, “Escudo del Éufrates” que tiene en la mira a los yihadistas pero también a las milicias kurdas que Ankara considera “grupos terroristas”.
En la provincia de Alepo, los rebeldes sirios apoyados por Turquía tomaron el miércoles dos pueblos a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza de combatientes árabes y kurdos apoyada por la coalición internacional liderada por Estados Unidos. Pero el jueves por la mañana, las FDS los recuperaron, según el OSDH que dio cuenta de la muerte de un combatiente de este grupo y de dos rebeldes respaldados por Turquía.
La coalición internacional indicó por otra parte que los rusos bombardearon por error a combatientes apoyados por Estados Unidos cerca de Al Bab, una ciudad situada a 25 km de la frontera turca que fue tomada la semana pasada por las fuerzas de la operación Escudo del Éufrates. El gobierno ruso desmintió la información. En tanto, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan afirmó esta semana que el próximo objetivo era Manbij, un exbastión del Estado Islámico actualmente controlado por las fuerzas del FDS y situado a unos 40 km al este de Al Bab, cerca de la frontera turca. A mediano plazo, Turquía quiere participar en la operación destinada a expulsar a los combatientes de EI de su bastión sirio de Raqa, aún más al este, excluyendo toda cooperación con las milicias kurdas “terroristas” .
El jefe militar de la coalición internacional, el general estadounidense Stephen Townsend, afirmó no obstante el miércoles que los kurdos sirios participarían en la operación contra Raqa. Estados Unidos considera que las milicias kurdas son el aliado más eficaz para derrotar al EI, que opera también en Irak y que cometió numerosos atentados en el mundo.