Ejecuciones extrajudiciales desatan ola de indignación en Pakistán

KARACHI. Para la policía era un talibán abatido por oponer resistencia, para otros Naqeebulá Mehsud era sólo una estrella ascendente de las redes sociales víctima de una ejecución extrajudicial.

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El anuncio a principios de enero de la muerte de este aspirante a modelo de 23 años en Karachi, una ciudad portuaria del sur del país, ha desatado una ola de indignación contra lo que se considera un abuso de la policía.

Mehsud fue abatido junto con otros presuntos insurgentes de Waziristán del Sur, una convulsa zona tribal fronteriza con Afganistán, en una operación dirigida, según la policía, contra los talibanes.

Los amigos y familiares del joven acusan a las fuerzas de seguridad de haberlo matado a sangre fría. “Naqeeb era muy popular entre su círculo de amigos y contaba con 26.000 seguidores en Facebook”, asegura su amigo Mohamadulá Mehsud, con la voz entrecortada por el llanto.

Tras su muerte, miles de personas se manifestaron para pedir el final de los llamados “encuentros homicidas”, un término que designa las ejecuciones extrajudiciales disfrazadas de enfrentamientos mortales con las fuerzas de seguridad.

La muerte de Mehsud tuvo un fuerte impacto en la comunidad pashtún (de la que formaba parte) que se considera víctima de estereotipos desde que Pakistán se alió con Estados Unidos en su “guerra contra el terrorismo”.

Las ejecuciones se han multiplicado en Karachi desde 2013, cuando las fuerzas paramilitares y la policía lanzaron una operación contra los insurgentes talibanes, el crimen organizado y los activistas políticos violentos.

La comisión de los derechos humanos de Pakistán (HRCP) contabilizó al menos 598 ejecuciones extrajudiciales en 2014 y 343 más en 2015. Una investigación preliminar llevada a cabo por Sanaulá Abasi, jefe del departamento antiterrorista de Karachi, concluyó que el “encuentro” con Mehsud fue probablemente un montaje.

“Hemos interrogado a algunos insurgentes en prisión e inspeccionado los lugares del crimen, que parecen muy dudosos”, declaró Abasi a la AFP. “A primera vista, era un ’encuentro’ falso”.

La ira se concentra en una persona: Rao Anwar, superintendente de la policía de Karachi. Se le acusa de haber orquestado cientos de ejecuciones extrajudiciales como la de Mehsud.

La semana pasada, un abogado interpuso un recurso ante la Alta Corte de la provincia de Sindh, cuya capital es Karachi, para denunciar 250 falsos “encuentros” atribuidos a Anwar desde 1992. El interesado intentó huir del país y no se personó en varias citas judiciales. Se le considera prófugo, según un responsable policial.

Los expertos estiman que estas ejecuciones no se deben sólo a la falta de profesionalidad de unos policías, sino a lagunas institucionales. Bastante antes de Anwar se encontraron cuerpos acribillados de balas dejados al abandono.

“Los procedimientos de investigación son arcaicos”, destaca Asad Iqbal Butt, director de la HRCP. A los policías “sólo les queda una opción (...) agarrar a un tipo, pegarle y si sobrevive, es su destino, y si muere, tirarlo a los matorrales”, lamenta.

La multiplicación de los “encuentros homicidas” coincide con una reducción de los crímenes, sobre todo del número de secuestros, asesinatos y actos terroristas.

“Está bien que los crímenes y la violencia hayan retrocedido en la ciudad (gracias a que) la policía y los Rangers mataron a terroristas y criminales. Pero la gente normal, inocente, no debe ser víctima”, resume Umeed Ali, un conductor de bicitaxi de Karachi.

“En los países desarrollados, los ’encuentros’ son inusuales. Aquí ocurre porque somos profesionalmente incompetentes, buscamos atajos”, afirma Rehmat Khan, un responsable de la policía jubilado.

La muerte de Mehsud podría cambiar las cosas, según su padre Mohamad Khan Mehsud, si se hace justicia. “En todo el país, hombres, mujeres, niños, jóvenes y sus hermanas se solidarizaron con Naqeebulá”, “pedimos que el asesino sea ahorcado públicamente”.

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