EI extiende su amenaza un año después de proclamar su ’califato’

BEIRUT. El grupo yihadista Estado Islámico (EI) sigue extendiendo su territorio en Siria e Irak y ampliando su influencia en otros países, un año después de la proclamación de su “califato”.

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Desde el 29 de junio de 2014, la organización liderada por Abu Bakr al Bagdadi ha seguido ganando terreno en Siria e Irak, a pesar de la campaña de bombardeos de una coalición internacional dirigida por Estados Unidos.

El EI, que ha conseguido además la adhesión de numerosos grupos en Egipto, Libia, Yemen, Pakistán y otros países, aspira a extender sus atentados a escala internacional. El grupo reivindicó el ataque que el viernes dejó 38 muertos en una playa del este de Túnez. También afirmó estar detrás de un atentado suicida contra una mezquita chiita en Kuwait, en el que murieron 26 personas ese mismo día.

Los yihadistas parecen, además, haber inspirado al hombre que atacó el viernes una planta de gas en el este de Francia, tras haber decapitado a su jefe. “No está claro que esas acciones hayan sido planificadas y coordinadas por el EI”, dice Yezid Sayegh, experto del instituto de investigación Carnegie Middle East Centre. “Puede que estemos asistiendo al inicio de una larga campaña de miembros del EI o de seguidores, que han sido entrenados y enviados de vuelta a sus países para tomar sus propias iniciativas a la hora de planear y perpetrar ataques, en función de sus habilidades, sus recursos y sus oportunidades”, explica.

En los territorios que controla, el EI ha llevado a cabo matanzas y ejecuciones brutales. El grupo ocupa cerca del 50% de Siria -muchas zonas desérticas- y casi un tercio de Irak. En Siria, el EI ha matado a más de 3.000 personas, entre ellas casi 1.800 civiles (74 niños), desde la proclamación de su “califato”, según la ONG Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH). No se dispone de cifras fiables en Irak, pero se cree que la organización ha ejecutado a miles de personas, incluidos 1.700 reclutas de mayoría chiita en la base militar de Speicher, cerca de Tikrit (norte).

Los combates contra los yihadistas han causado miles de víctimas entre los rebeldes y las fuerzas gubernamentales de Siria, así como entre los combatientes kurdos, las tropas iraquíes y las milicias chiitas. El frente antiyihadista ha sufrido importantes derrotas, en particular el ejército iraquí, que suscitó muchas críticas al ceder terreno ante la ofensiva que lanzó el EI a mediados de 2014.

Las fuerzas de Bagdad no tienen “un clara estructura de mando”, asegura Zaid al Ali, autor de ’La lucha por el futuro de Irak’. “Bagdad debería tener suficientes tropas para controlar el territorio, pero no todas las fuerzas anti-EI reciben sus instrucciones” del gobierno, añade. “Algunas actúan a su antojo y otras reciben instrucciones desde otras partes”. Entretanto, en Siria, los combatientes kurdos, apoyados por la coalición internacional, han sido los únicos en conseguir derrotar al EI en el norte del país.

La coalición liderada por Washington, que bombardea al EI y entrena a las tropas iraquíes, tampoco ha conseguido grandes resultados, aunque ha ayudado a expulsar a los yihadistas de Kobane y Tal Abyad, en Siria, y de Tikrit y la provincia de Diyala, en Irak. El grupo yihadista ha seguido, sin embargo, consiguiendo victorias, como la reciente toma de la antigua ciudad de Palmira y la conquista de la localidad iraquí de Ramadi, a mediados de mayo.

Varios analistas consideran que el éxito del EI se debe tanto a los problemas políticos como a las deficiencias militares. El ascenso de la organización es el resultado de “la quiebra de Siria e Irak y las divisiones sectarias en ambos países, así como de la corrupción y décadas de regímenes autoritarios”, considera Sayegh.

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