El atentado del 19 de abril de 1995, cuando un camión cargado con explosivos estalló frente al edificio gubernamental Alfred P. Murrah de Oklahoma City y dejó 168 muertos, fue el acto terrorista más mortífero en suelo estadounidense hasta entonces, una marca superada seis años más tarde por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, dijo en un comunicado que “el paso del tiempo nunca extinguirá el dolor” por el atentado.
“Pero si esos asesinos confiaron en aterrorizar al pueblo estadounidense, romper nuestro ánimo o los lazos que nos unen, entonces fracasaron completamente”, señaló el mandatario.
Cientos de personas, entre ellos políticos como Clinton o la gobernadora de Oklahoma, Mary Fallin, se reunieron frente al monumento y museo erigido en el lugar del ataque y guardaron 168 segundos de silencio, uno por cada una de las víctimas.
“He venido aquí hoy para darles las gracias” a quienes respondieron al atentado y ayudaron a los familiares de las víctimas, dijo en la ceremonia Clinton, que era presidente cuando se produjo el atentado y ha asistido en seis ocasiones a los actos celebrados en la ciudad en cada aniversario.
Clinton aseguró que, para prepararse para la ceremonia, visitó este sábado junto a su esposa Hillary a su nieta de siete meses.
“La miré en su cuna para poder recordar cómo se sintieron ustedes, los que perdieron a sus seres queridos”, afirmó.
“Todavía hay gente que de alguna forma cree que puede enviar un mensaje matando a inocentes y apagando nuestras posibilidades, pero se equivocan, siempre que gente como ustedes tome las decisiones correctas, con su cabeza y su corazón”, añadió Clinton.
El expresidente recordó que los trabajadores especializados en rescate y emergencias de Oklahoma City fueron de los primeros que llegaron a Nueva York tras los ataques terroristas contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
El que era gobernador de Oklahoma cuando se produjo el ataque, Frank Keating, recordó el ambiente en la ciudad en ese día en el que “ocurrió lo inimaginable”.
“La agonía era persistente. Parecía que la agonía nunca iba a acabar”, señaló Keating.
El autor del atentado fue el simpatizante ultraderechista y antigubernamental Timothy McVeigh, ciudadano estadounidense, que fue condenado a pena de muerte y ejecutado en junio de 2001, a los 32 años, en una prisión federal en Indiana.
Su cómplice, Terry Nichols, cumple una condena por cadena perpetua en una prisión de Colorado, mientras que un tercer hombre, Michael Fortier, fue condenado a doce años de prisión por no alertar a las autoridades de las intenciones de McVeigh.
McVeigh, excombatiente de la guerra del golfo Pérsico, dijo que cometió el atentado en respuesta a la intervención de agentes federales contra el rancho de la secta de los Davidianos en Waco (Texas), en cuyo incendio fallecieron 83 personas el 19 de abril de 1993 después de un sitio policial de 52 días.
De entre las 168 personas que murieron a causa de la explosión en Oklahoma City, 19 eran niños pequeños que se encontraban en la guardería del edificio federal.
Además, la enorme potencia del explosivo hecho a base de fertilizantes destruyó o dañó 312 edificios en un radio de 16 manzanas, destrozó 86 automóviles y causó daños por unos 652 millones de dólares.