Fundada en 1705, esta idílica población de poco más de 27.000 habitantes y casas bajas todavía conserva su carácter rural, por lo que prácticamente todos sus vecinos conocían a alguna de las personas que se encontraba hoy en el escenario de la tragedia, la escuela primaria Sandy Hook.
“Mi familia es amiga de dos de los profesores de la escuela, gracias a Dios han sobrevivido”, relató también Bobby Haskins, un chico de 14 años que estudia en una escuela católica cercana y que todavía recuerda con terror cómo tuvo que refugiarse con sus compañeros en una iglesia al conocerse el dramático suceso.
Poco después de las 9 de la mañana, la policía de Newtown recibía una llamada de alerta desconocida en la historia reciente de esta localidad, en la que solamente se ha reportado un homicidio en la última década, sobre un tiroteo en ese colegio, en el que estudian pequeños de entre cinco y diez años.
El joven Adam Lanza, de tan solo veinte años, había matado a su madre en casa y después se había dirigido en coche hasta la escuela en la que ella daba clase, disparando a bocajarro contra pequeños y mayores hasta matar a un total de 20 niños y 6 adultos antes de quitarse la vida.
La tragedia supone el segundo tiroteo más sangriento de la historia de Estados Unidos, tan solo después del de la universidad Virginia Tech de 2007, donde perdieron la vida 33 personas, y hace recordar también a los ciudadanos de Newtown a la del instituto de Columbine (Colorado) de 1999, donde murieron otras 15.
El drama ha golpeado así a una pequeña localidad que se preparaba ya para las fiestas de Navidad vestida de luces blancas y un gran árbol decorado por sus ciudadanos que, como en el caso de María Briscesh, buscaron refugio y apoyo durante todo el día en los diferentes centros religiosos del lugar.
“Estoy devastada. Hay tres miembros de nuestra iglesia que tienen hijos en el colegio y aún no sabemos si alguno ha muerto”, relató a Efe Briscesh, de 50 años, que acudió como otros tantos feligreses a la United Methodist Church, donde se preguntaba una y otra vez “por qué”.
Los templos religiosos se fueron abarrotando durante todo el día y la iglesia católica Santa Rosa de Lima congregó por la noche a cientos de personas en una vigilia en la que participaron tanto padres de los niños que sobrevivieron a la masacre como vecinos, además del gobernador del estado de Connecticut, Daniel Malloy.
“Muchos de nosotros vamos a confiar hoy y en los próximos días en lo que nos han enseñado y en lo que creemos, que es que la fe existe por una razón”, dijo Malloy ante una emocionada iglesia, en la que se podía ver a feligreses encendiendo velas y cantando “Noche de Paz”.
En su altar se encendió una vela por cada una de las víctimas de la tragedia y allí se celebrarán a lo largo de mañana oficios religiosos, al igual que en la Trinity Episcopal Church.
“Estoy en shock. No hay palabras para describir lo que estamos pasando. Nunca había visto nada igual”, explicaron también Jeff Powers y su prometida, Kelly Grogen, que acudieron al centro religioso procedentes del hospital de la vecina ciudad de Danbury, a donde fueron trasladadas buena parte de las víctimas del tiroteo.
Con la mayoría de los accesos bloqueados por las autoridades, varios helicópteros sobrevolándola y decenas de bomberos, agentes de la policía y periodistas inundando sus calles, la tranquila Newtown trataba así de sobreponerse de una tragedia que la ha dejado marcada para siempre. “Esta ciudad nunca será la misma”, reconocía a la prensa un devastado vecino.