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“No sé lo que falló, ni siquiera sé si falló algo”, dijo Teresa Romero en el hospital Carlos III, tras manifestar que se “veía morir” y ahora se encuentra “muy débil”. Romero estuvo ingresada desde el 6 de octubre tras ser contagiada por el misionero español Manuel García Viego, repatriado desde África y fallecido en septiembre.
Leyendo un comunicado, la enfermera dijo que está disponible a que su enfermedad “sirva para encontrar una vacuna y mi sangre para curar a otras personas, hasta quedarme seca”. Romero subrayó que su curación demostró que “tenemos la mejor sanidad del mundo pese a la nefasta actuación política”.
La enfermera criticó en su comunicado que haya sido sacrificado su perro Excalibur: “No era necesario sacrificar al perro, ni siquiera se comprobó que estuviera afectado”, señaló y dijo que se ha perdido una oportunidad para los científicos. Romero concluyó señalando que sus abogados “serán los que a partir de ahora os informarán de los pasos que vamos a dar”.
Mientras Romero estuvo ingresada, el máximo responsable de la sanidad en la región de Madrid, Javier Rodríguez, la acusó de mentir sobre su estado de salud cuando comenzó a sentir los primeros síntomas del virus.