Duelos por el aborto frente a clínicas para mujeres en Alabama

MONTGOMERY. Ha sido una semana difícil para Margaux Hartline. Es una de las voluntarias que escoltan a las mujeres que ingresan a una clínica abortista en Alabama.

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Las cubre con una gran sombrilla para que los activistas religiosos que gritan desde la vereda no las identifiquen. Desde que este estado del sureste de Estados Unidos concitó la atención de la prensa por haber aprobado la semana pasada la ley antiaborto más estricta del país, se multiplicó el “acoso” de los activistas provida frente a esta clínica en la capital, Montgomery.

“Están redoblando sus acciones, y estamos muy preocupados de que aparezcan más personas”, dijo Hartline, de 25 años. La voluntaria lleva un chaleco de los colores del arcoiris y está sentada en el porche de “Power House”, una ONG que funciona en la casa vecina a la clínica y que tiene la misión de escoltar a las mujeres que van a practicarse abortos.

Reproductive Health Services es una de las únicas tres clínicas de aborto en todo Alabama. Y las tres, al igual que muchas otros centros similares en Estados Unidos, son escenario del mismo espectáculo. Todos los días, los activistas provida intentan convencer a las pacientes que entran y salen de que no se practiquen abortos.

Y, según los defensores de los derechos reproductivos, lo hacen acosando y muchas veces avergonzando públicamente a las mujeres. “Si ellos encuentran cualquier tipo de información que pueda identificarlas, como una calcomanía de tu liceo en el coche, harán todo lo que puedan para identificarte y luego llamarán a tu escuela, tu iglesia, tu familia, tu trabajo. Cualquier cosa. Intentan activamente arruinar las vidas de estas personas”, dijo Hartline.

La entrevista era interrumpida ocasionalmente cuando alguien estacionaba frente a la clínica, contigua a “Power House”. Entonces Hartline se levantaba de la silla en el porche de la sede de la ONG y, a toda prisa, corría al coche armada con una gran sombrilla azul. Así escoltaba a cualquiera fuera la persona que estuviera descendiendo. Entretanto, en la vereda opuesta, un puñado de activistas antiaborto gritaban, en nombre de Dios: “¡No mates a tu bebé!”.

“Es desagradable. Realmente quieren avergonzar a estos pacientes lo más que puedan. Están enfermos”, lamentó Hartline.

Pero para Susan Decker-Bunce, una mujer de 61 años que se apuesta a diario frente a la clínica bajo el cruel sol de Alabama para gritar ese tipo de cosas a las mujeres que ingresan, lo que allí ocurre son asesinatos de bebés. “Si ves el ultrasonido, si escuchas el latido del corazón, sabes que está vivo”, dijo a la AFP. “Ves que parece un bebé, que no es un montón de células. Puedes ver la cabeza, los brazos, las piernas, los deditos”.

“Pero este lugar asusta a la gente porque te clavan estas sombrillas en la cara todo el tiempo”, dijo, refiriéndose a las voluntarias de “Power House”.

La nueva ley HB314 de Alabama prohíbe los abortos en cualquier etapa de la gestación y castiga con hasta un siglo de prisión a los médicos que lo practiquen, sin excepciones para casos de incesto o violación. Aunque supuestamente entrará en vigor en noviembre, la ley será llevada a tribunales por organizaciones de derechos humanos y será entonces bloqueada por un juez.

La idea de sus autores es, de hecho, provocar una batalla legal que lleve la discusión hasta la Corte Suprema de Justicia. Susan Decker-Bunce defiende su texto. “No fue culpa del bebé. Fue el padre el que cometió la violación, ¡el bebé es inocente!” , dice. Y la relación entre ambos grupos es tensa. “Ellos no quieren escuchar nada, porque están ciegos con información médica falsa”, dice Candace O’Brien, vicepresidente de Acceso a la Salud Pública de Yellowhammer Fund, un fondo que ayuda financieramente a las mujeres que necesitan abortar.

“Si tienes tres semanas de embarazo, te dicen que hay diez dedos en las manos y en los pies y eso es médicamente falso, porque ni siquiera esa es la manera como ocurre el desarrollo fetal”.

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