La dimisión de Irakli Kobajidze, miembro del partido gobernante, Sueño Georgiano, es “una prueba del gran nivel de responsabilidad” y no “una concesión a las demandas irresponsables de los partidos de la oposición”, afirmó el secretario general de la formación, Jaja Kaladze.
Unos 10.000 manifestantes se congregaron el jueves delante del Parlamento para protestar contra la intervención, desde la tribuna del presidente, del diputado del Partido Comunista ruso Serguéi Gavrilov.
Su presencia en el hemiciclo, en el marco de una reunión internacional ortodoxa, conmocionó a un país donde muchos consideran a Rusia como un potencia que ocupa una parte del territorio. Las protestas derivaron en enfrentamientos que causaron 240 heridos -160 manifestantes y 80 policías-, según las autoridades. El Kremlin las tachó de “provocación rusófoba” .
Estas reacciones reflejan las relaciones a flor de piel entre los dos países, casi 30 años después de la caída de la URSS y más de una década después de la “guerra relámpago” que los opuso en el verano de 2008.
Este conflicto terminó con el reconocimiento, por parte de Moscú, de la “independencia” de dos regiones separatistas georgianas. La oposición pidió a sus seguidores salir de nuevo a la calle en Tiflis el viernes, a partir de las 19H00 locales (15H00 GMT), para exigir la organización de elecciones legislativas anticipadas y la dimisión del ministro del Interior.
“Manifestaciones pacíficas permanentes se sucederán hasta que estas demandas se cumplan”, afirmó a la AFP Grigol Vashadze, líder del Movimiento Nacional Unido, creado por el expresidente en el exilio Mijaíl Saakashvili.
En un video en Facebook, Mijaíl Saakashvili hizo un llamado a sus partidarios para “salir a la calle” y pedir el fin del “régimen” del multimillonario Bidzina Ivanishvili, considerado como el que tiene las riendas del partido Sueño Georgiano.
El jueves por la noche, la policía dispersó con gases lacrimógenos y balas de goma a miles de manifestantes que se congregaron delante del Parlamento e intentaron entrar en el edificio. La ONG Human Rights Watch denunció las acciones de la policía contra una multitud “no violenta”.
La presidenta del país, Salomé Zurabishvili, interrumpió su viaje a Bielorrusia para regresar a la capital georgiana. En un discurso en la televisión, el primer ministro Mamuka Bakhtadze prometió que los “líderes de una oposición destructora” que organizaron según él “violencia masiva” serían llevados ante la justicia. El magnate Bidzina Ivanishvili, designado a menudo como el auténtico líder del país, aseguró por su parte “compartir plenamente la indignación sincera de los ciudadanos georgianos”.
“Es inaceptable que el representante del país ocupante presida un encuentro en el Parlamento georgiano”, añadió, precisando que había pedido al presidente de la asamblea suspender la conferencia religiosa.
La presencia de parlamentarios rusos suscitó fuertes protestas en la antigua república soviética del Cáucaso. En agosto de 2008, el ejército ruso intervino después de que las fuerzas georgianas iniciaran una sangrienta operación militar en Osetia del Sur, un territorio separatista prorruso.
En sólo cinco días, las fuerzas de Moscú derrotaron al ejército georgiano y amenazaron con tomar la capital Tiflis. Tras las gestiones diplomáticas del presidente francés Nicolas Sarkozy, cuyo país presidía en aquel momento la Unión Europea, firmaron un acuerdo de paz que permitió la retirada de las tropas rusas. Pero Moscú sigue reconociendo la independencia de las regiones separatistas de Osetia del Sur y de Abjasia (20% de territorio georgiano), donde mantiene un importante despliegue militar.