Del lápiz esferográfico al boli, el invento que cambió el modo de escribir

Hace 75 años la forma de escribir cambió para siempre: el inventor húngaro László Bíró patentó el 10 de junio de 1943 en Argentina el entonces revolucionario “lápiz esferográfico”, conocido hoy como bolígrafo.

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BUDAPEST. “Birome”, “lapicera”, “biro pen” (en inglés), birom (en francés) son solo algunos de los nombres de esta pluma, cuya historia comenzó en Hungría en los años 1930.

Desde inicio del siglo XX hubo numerosos intentos de crear un objeto para escribir que superara problemas básicos como el derrame de la tinta o la falta de continuidad de la línea trazada.

El primero que superó este desafío fue Bíró, al crear una tinta que “tras dejar huella en el papel se seca rápidamente”, dibujando una línea continua, prolija, explica a Efe László Kiss, experto del Museo de Transporte y Tecnología de Budapest.

Bíró (1899-1985) y su socio Andor Goy trabajaron durante años, hasta el año 1938, en el perfeccionamiento de su bolígrafo, del que patentaron varios prototipos.

De hecho, la tecnología de colocar tres tubos que dirigen la tinta hacia una bola, para que el abastecimiento de tinta no se interrumpa fue ideada por Goy, cuenta Kiss.

Durante el proceso de realizar su idea los dos inventores tuvieron que enfrentar varios problemas.

“Por ejemplo, las bolas fabricadas en Suecia no siempre eran perfectamente esféricas, haciendo imposible la escritura continua y sin cortes de la línea”, recuerda el experto.

Por eso, Bíró tuvo que desarrollar un instrumento para controlar la perfección esférica de la bolas.

En 1938, cuando el régimen filonazi de Miklos Horthy impuso varias leyes antisemitas, el inventor –nacido en el seno de una familia judía– huyó del país para salvar su vida.

Tras conocer por casualidad al entonces presidente de Argentina, Agustín Pedro Justo, durante un viaje a la vecina Yugoslavia, decidió emigrar a ese país sudamericano, donde castellanizó su nombre a Ladislao José Biro.

En su patria adoptiva, el inventor perfeccionó su producto y lo patentó finalmente el 10 de junio de 1943.

En Argentina no solo patentó y produjo los componentes del revolucionario producto, sino también creó las máquinas para fabricar los bolígrafos, que rápidamente empezaron a trabajar.

Goy, mientras tanto, se quedó en Hungría, donde empezó a fabricar una versión propia del bolígrafo, llamado “Gopen”.

Su fábrica fue nacionalizada por los comunistas después de la Segunda Guerra Mundial y el inventor se pasó el resto de su vida (hasta 1991) reclamando una compensación, en vano.

Hasta hoy el bolígrafo lo llaman en Argentina “birome”, lo que es la unión de dos apellidos, el de Biro y el de su socio en Argentina, Juan Jorge Meyne (György Meyne), otro inmigrante húngaro.

En 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aéreas británica encargaron las primeras “biromes”, ya que no les afectaba el cambio de presión y la altura.

Después, también el ejército estadounidense empezó a utilizarlas, con lo que comenzó una verdadera “carrera” por el bolígrafo.

En un principio se trataba de un objeto de lujo, con su precio que casi llegaba a los 100 dólares y las primeras versiones de la birome todavía llevaban tapas, generalmente de algún metal, o hasta de baquelita, para proteger la punta de la pluma, recuerda Kiss.

La lista de inventos de Bíró es larga, entre ellas, el desodorante “roll on”, que tiene la misma lógica que el bolígrafo.

Bíró patentó además la lavadora (1930) y un aparato para generar energía de las olas del mar (1958) , entre muchos otros inventos.

El día de nacimiento de Bíró (el 29 de septiembre) es actualmente el Día de los Inventores en Argentina.

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