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Casi 72 horas después de ser detenido, al ser considerado sospechoso de conducir con una velocidad excesiva el convoy siniestrado, Francisco José Garzón Amo, de 52 años, llegó esposado a las 18H20 (16H20 GMT) dentro de un vehículo policial con aspecto pensativo, con las manos entrecruzadas y la barbilla apoyada en ellas.
Su comparecencia ante el juez instructor Luis Alaez se producirá pocas horas después de que la consellería de Sanidad de Galicia elevara el balance de víctimas mortales a 79 por “el fallecimiento de una de las personas ingresadas”.
Con dos investigaciones abiertas, una judicial y la otra administrativa, las autoridades señalan de momento al maquinista, detenido el jueves al anochecer, acusado de “homicidio por imprudencia” por no frenar a tiempo en una curva limitada a 80 km/h.
El accidente se produjo el miércoles a las 20H42 (18H42 GMT) cuando el tren procedente de Madrid, un modelo híbrido que puede circular por vías convencionales y de alta velocidad, trazaba un pronunciado viraje a 4 kilómetros de la estación de Santiago.
En ese tramo, la vía no está equipada con un sistema de frenado automático en caso de que el convoy exceda la velocidad máxima.
Según la hoja de ruta del tren, de la que el diario El Mundo reproduce un extracto este domingo, el convoy, que sale de un tramo donde puede circular a 220 km/h, debe reducir su velocidad a 80 km/h al llegar a la delicada curva, llamada de A Grandeira.
Pero, según el periódico, “lo sorprendente es que este itinerario deja en manos del conductor el momento y la manera de empezar a desacelerar antes de llegar a la estación. Es decir, Garzón tenía que decidir cuándo frenar para entrar en la curva de A Grandeira a 80 km/h. Nada le decía cómo ni dónde hacerlo”.
¿Qué pasó en la cabina de pilotaje antes de las 20H42? ¿Se distrajo el maquinista con experiencia desde 2003 y tras haber recorrido esa línea 60 veces?
“Cuatro kilómetros antes de donde se produce el accidente el conductor ya tiene la notificación de que tiene que empezar a reducir la velocidad”, dijo Gonzalo Ferre, presidente de Adif, que gestiona la red ferroviaria.
El Mundo afirma, citando fuentes próximas a la investigación, que el conductor hablaba por el móvil en el momento del drama.
Según Carla Serrano, una joven superviviente del accidente, el panel de información de los vagones marcaba una velocidad de 200 km/h poco antes de descarrilar.
Un vecino de la zona, Evaristo Iglesias, que atendió al maquinista tras el accidente, explicó que Garzón le confió que iba “demasiado rápido” y que no pudo frenar a tiempo.
Pero en la pequeña localidad gallega de Monforte de Lemos, donde vive el maquinista, su círculo cercano sale en su defensa.
“Es el único accidente que ha tenido, es un excelente profesional”, dijo Antonio Rodríguez, responsable de transportes en Galicia del sindicato UGT y amigo personal del conductor, con el que empezó a trabajar en Renfe en 1982.
Dos elementos juegan en contra del maquinista: una retranscripción de la comunicación por radio divulgada por el diario El País en la que admite ir a más de 190 km/h y un corto vídeo difundido por internet, que parece proceder de una cámara de seguridad mostrando un tren descontrolado que toma la curva, descarrila y acaba cayendo a la cuneta.
Además de los fallecidos, quedan 70 heridos en el hospital, 22 en estado crítico (dos de ellos niños), informó el gobierno regional.
Entre los fallecidos, mayoritariamente españoles, figuran ocho extranjeros, entre ellos una mexicana, una dominicana, una venezolana y un brasileño.
Una vez identificados los cadáveres de las personas fallecidas en el peor accidente ferroviario de España desde 1944, Santiago de Compostela intenta curar sus heridas antes del funeral solemne para las víctimas previsto para el lunes en la catedral y al que asistirán el príncipe heredero Felipe, su esposa Letizia y la infanta Elena.
Enfrente del majestuoso edificio o en la adyacente gran plaza del Obradoiro, flores, velas, pequeñas notas manuscritas o conchas de vieira, símbolo de Santiago Apóstol, fueron depositados por peregrinos de todo el mundo en honor a las víctimas y sus familias.
“Como creyente me queda esa duda de cómo Santiago ha podido permitir esta desgracia”, dice Pedro, un peregrino de 69 años de Cantabria, con barba grisácea y el emblemático bastón.