En la principal iglesia griega-ortodoxa de Gaza capital, la de San Porfirio, escondida en el barrio Zeitún del casco antiguo, Sayegh se lamenta junto a su mujer y sus tres hijos de pasar allí el Domingo de Ramos, el primer evento de Semana Santa -que este año celebran al mismo tiempo ortodoxos y católicos- en vez de siguiendo los pasos de Jesús al entrar a Jerusalén desde el Monte de los Olivos.
“Es muy triste que no nos hayan permitido ir con el resto de los cristianos (...) Vivimos tiempos difíciles, de guerra y destrucción, por lo que siempre rezamos para que la paz y la tranquilidad dominen el universo y la Tierra Santa”, cuenta a Efe ante la entrada del templo en el que se arremolinan hombres, mujeres y niños de esta minoría religiosa entre una población de cerca de dos millones de musulmanes.
Israel impuso un bloqueo sobre el enclave costero tras la toma del poder del movimiento islamista Hamás en el verano de 2007 y, desde entonces, la comunidad cristiana de este territorio ha disminuido notablemente, cayendo de los 4.000 que había antes de esa fecha a los 1.100 registrados ahora, según cifras oficiales.
El director de relaciones religiosas de San Porfirio, Yaber al Yelda, expone a Efe que todos los cristianos pidieron a Israel, a través de la Oficina palestina de Enlace, viajar a Cisjordania y Jerusalén por el cruce de Erez, principal puerta de acceso al enclave.
“Después de una semana de espera, las autoridades israelíes informaron a la Oficina de Enlace que solo 670 cristianos obtendrían el permiso para salir por las festividades de Semana santa. Los otros no”, lamenta Al Yelda.
Hace muchos años, recuerda, los fieles de Gaza podían desplazarse sin problemas para participar en las celebraciones pero las restricciones han ido aumentando “por el conflicto y la situación de seguridad”.
“El férreo bloqueo israelí está impuesto sobre cristianos y musulmanes por igual”, observa Ibrahim Yahshan, miembro del coro de la iglesia ortodoxa, que añade que todo el mundo se pregunta hasta cuándo se mantendrá esta situación y “si sus hijos podrán disfrutar del derecho de agitar las hojas de palma en Jerusalén” un Domingo de Ramos.
Hasta que suceda, las familias de Gaza conservan sus propias tradiciones para la Pascua, según cuenta Mariam Saba, una joven de 28 años que enumera los diferentes platos de carne, sopas y postres especiales que preparan en estas fechas.
“La Pascua marca el fin de cincuenta días de ayuno durante los que nos abstenemos de tomar carne o leche, así que las comidas que ponemos sobre la mesa son sopas de vegetales, albóndigas de kefta (carne de res), o pollo, ternera, cabra o pescado a la barbacoa”, detalla entre los fieles que han acudido a la misa.
Los niños, vestidos con sus mejores ropas, en blanco reluciente, sostienen en el patio del templo las hojas de palma y ramas de olivo que por lo general decoran las iglesias de la franja palestina en esta festividades.
“Me gustan los cristianos de Gaza, son nuestros hermanos y vecinos” , asegura Mohamed Dawud, un musulmán de 34 años que reside muy cerca del santuario y explica que sus hijos están contentos cuando reciben de manos de sus amigos los huevos de colores típicos de la fiesta.
Aunque los musulmanes son aquí una mayoría aplastante, coexisten con los cristianos desde hace cientos de años, e incluso bajo el control de Hamás han gozado de protección, aseguran fuentes del movimiento islamista.
Así lo remarca uno de sus portavoces, Eyad al Bozom, que sostiene desde el Ministerio del Interior que los cristianos tienen “ total seguridad durante sus festividades y vacaciones para celebrar sus rituales libremente”.