Aseguraron que no podía haber sido detectado.
Ni el resto de los tripulantes, ni el control aéreo francés ni los ocupantes del avión pudieron darse cuenta de que Lubitz había programado el aparato para que bajase hasta la altura mínima posible, 100 pies, unos 30 metros, en cinco ocasiones durante el vuelo, aunque finalmente corrigió la maniobra.
El director de la Oficina de Investigación y Análisis (BEA), Rémi Jouty, responsable de las pesquisas técnicas, indicó a un grupo de periodistas internacionales que se puede concluir que Lubitz “ensayó el gesto que luego hizo en el vuelo fatal”, aunque precisó que todavía es prematuro adelantar los motivos que llevaron a ello.