Confrontación continua de Trump como táctica para hacer “grande” a EE.UU.

WASHINGTON. Amenazas, sanciones, aranceles e insultos forman parte de la estrategia de acoso que Donald Trump ha seguido desde su llegada a la Casa Blanca para lograr su objetivo de que EE.UU. “vuelva a ser grande otra vez”.

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Esta estrategia de confrontación en las relaciones internacionales, alejada del multilateralismo y de los grandes acuerdos globales, desconcierta a los expertos, que alertan de los riesgos que ello presenta para el futuro de los Estados Unidos.

“Es uno de los reveses más sorprendentes de nuestra política en los últimos 70 años. Trump ha hecho todo lo posible para destruir el sistema internacional y las relaciones que EE.UU. ha construido en las últimas décadas”, señaló a Efe Gordon Adams, profesor emérito de política exterior en la American University de Washington.

Una de las medidas favoritas del presidente para presionar a otros países, ya sean aliados o rivales históricos de EE.UU., e intentar conseguir aquello que él considera “justo” para su país, son los aranceles comerciales.

En los últimos meses, EE.UU. ha aplicado gravámenes a las importaciones de aluminio y acero de todo el mundo, después de decidir poner fin a la exención a socios comerciales como la Unión Europea, Canadá y México, entre otros, ha castigado a China con dos rondas de multimillonarios aranceles y ha golpeado a Turquía.

Para la economista del Peterson Institute de Washington, Monica DeBolle, si bien esta estrategia “está perfectamente alineada con las promesas de su campaña y se mantiene fiel a su base”, económicamente hablando “tiene poco sentido”.

“Los aranceles crean distorsiones y aumentan los precios de los bienes y servicios, por lo que pueden ser muy ineficientes y provocar presiones inflacionarias”, indicó DeBolle en declaraciones a Efe.

El Gobierno estadounidense ha justificado esos castigos asegurando que son necesarios para reequilibrar su balanza comercial con los respectivos países, un argumento que en algunos casos “no se ha ajustado a la realidad”, de acuerdo a entendidos en diplomacia y comercio.

“Los gravámenes a Turquía tenían un motivo político inequívoco: devolverle el golpe por detener a un pastor estadounidense (Andrew Brunson). El uso de medidas económicas por razones políticas generalmente no funciona bien, y sin duda son desacertadas”, consideró DeBolle.

La opinión de la experta fue compartida por Simon Lester, del centro conservador de pensamiento Cato Institute, que dijo a Efe que este tipo de medidas “va en contra del espíritu de las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC)”. Precisamente, Trump ha cargado en repetidas ocasiones contra la OMC, organismo internacional al que ha amenazado con “hacer algo”, si no empieza a tratar “adecuadamente”, a su país.

“La OMC ha tratado muy mal a Estados Unidos y espero que cambie su actitud. Nos han estado tratando muy mal durante muchos, muchos años, y por eso estamos en una desventaja muy grande”, aseguró el mandatario en una rueda de prensa en julio en la Casa Blanca.

Hasta ahora, la estrategia de confrontación ha significado un incremento de la fricción de EE.UU. con la UE, Canadá, México, China, Irán y Turquía, entre otros, aunque sí ha tenido resultados relativamente positivos con Corea del Norte y, en menor medida, con Rusia.

La intimidación e insultos de Trump hacia el líder norcoreano Kim Jong-un eran comunes hace un año, un periodo en el que lo llegó a calificar abiertamente de “loco”, “hombre-cohete”, y de quien dijo que “no le importa matar a su pueblo”.

El pasado 12 de junio, sin embargo, Trump y Kim Jong-un celebraron una histórica cumbre en Singapur, de la que ambos salieron satisfechos a pesar de los pocos avances tangibles alcanzados.

“Parece que solo valora la intimidación y lo que él llama líderes fuertes, como (el presidente ruso, Vladimir) Putin. Este enfoque puede funcionar en negocios inmobiliarios, pero es una forma inmadura de conducir la diplomacia”, sentenció Adams, que aseguró que la confrontación es una táctica “contraproducente”.

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