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En una dramática llamada telefónica a responsables de la compañía ferroviaria momentos después de la tragedia, Francisco José Garzón Amo -él mismo herido- ruega a Dios, se angustia por la suerte de los pasajeros y condena la curva del descarrilamiento, según nuevas grabaciones publicadas por la prensa.
“Ay, dios mío, ya se lo tenía dicho a los de seguridad, que eso era muy peligroso. Somos humanos y se nos puede pasar, esto es inhumano, esta curva”, lamenta Garzón, mientras su interlocutor trata en vano de tranquilizarle.
“Debe de haber heridos, muchos, porque (el tren) está volcado. No puedo salir de cabina”, dice Garzón, tomando aliento cada pocas palabras, en una grabación divulgada por el diario El País.
Las dos ’cajas negras’ del tren mostraron que, momentos antes del accidente, la velocidad era de 192 kilómetros por hora, cuando el límite para esa curva era de 80.
“Es que la tenía en verde y me despisté, tenia que pasar a 80 y pasé a 190 o una cosa así”, dice el conductor en una llamada al centro de control de la estación madrileña de Atocha.
“Sí, sí, sí, he volcado. Dios mío, dios mío, pobres viajeros, ojalá no haya ningún muerto, ojalá, ojalá...”, añade el maquinista.
El accidente ferroviario, el peor ocurrido en España en décadas, se produjo a unos cuatro kilómetros de la estación de Santiago de Compostela, cuando el tren descarriló en una curva muy pronunciada y chocó contra un muro de hormigón.