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“Viva el rey”, seguido de tres hurras, fue la frase que signó el fin de la ceremonia. Mientras, fuera del edificio, una multitud con los colores anaranjados de los Orange esperaba aplaudir a la pareja real, y los reyes escuchaban un coro de niños que cantaban para ellos una canción compuesta para la ocasión.
En sus primeras palabras de la declaración oficial poco antes de la jura, Guillermo Alejandro dirigió un “agradecimiento a Beatriz por sus 33 años de reinado”, pero también por haber realizado plenamente el papel de madre, “apoyo en los momentos tristes”, y de esposa.
También la elogió porque nunca se abandonó a la “popularidad ligera” sino que siempre tuvo un estilo de “estabilidad, porque representa la tradición”. Una declaración afectuosa que Beatriz devolvió enviando un beso a su hijo.
A su esposa Máxima, sentada a su lado, el rey le dedicó un pasaje de su discurso: “Tomó el país entre los brazos y se convirtió en una holandesa entre los holandeses”, lista para “ponerse a su servicio”.
Pero el pensamiento del soberano fue dirigido sobre todo a su pueblo, con palabras de aliento para afrontar “juntos” un futuro más incierto que en el pasado, pero en el que “todos deben hacer oír su propia voz, llevar su propia contribución”, su “propio talento”.
“Todos deben colaborar con creatividad, espíritu de empresa y apertura”, subrayó.