Comunistas homenajean a Lenin en vísperas del centenario de la Revolución

MOSCÚ. Comunistas llegados de todo el mundo rindieron hoy homenaje a Lenin en su mausoleo, a sólo dos días del centenario de la Revolución Bolchevique de 1917.

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Esto es en medio del resurgido debate público sobre la conveniencia de sacar a la momia del fundador de la URSS de la Plaza Roja de Moscú.

“Ninguna mentira, ni tampoco ninguna provocación tacharán jamás el significado y la grandeza de (la revolución) de octubre”, dijo a los pies del mausoleo el líder de los comunistas rusos, Guennadi Ziugánov, que siempre ha mostrado una tajante oposición al entierro de Lenin.

Pero lo cierto es que la mayoría de los rusos se pronuncia a favor de dar sepultura al político que lideró, hace un siglo, la revolución y cuyo cuerpo momificado se exhibe en la principal plaza del país desde su muerte, en 1924.

Pese a esto, los comunistas han encontrado a su mayor aliado en el hombre fuerte de Rusia, el presidente Vladímir Putin, que prefiere dejar las cosas como están para evitar nuevas divisiones entre los rusos.

Esta semana, el controvertido líder de la república norcaucásica de Chechenia, Ramzán Kadírov, sacó el tema a debate, al señalar que el cadáver de Lenin “ya ha sido suficientemente visto”.

“Debe ser enterrado. Esto es lo razonable y lo humano”, escribió Kadírov en las redes sociales, aunque el “fiel soldado de Putin”, como se define a sí mismo el jefe de Chechenia, remarcó que “el punto y final en este debate ha de ser puesto por el presidente”.

La opositora Ksenia Sobchak, quien se postula como candidata a la Presidencia de Rusia en las elecciones de marzo próximo, anunció que lo primero que hará si gana los comicios -algo que, por otra parte, parece una quimera- será ordenar el entierro de Lenin.

“Creo que la Edad Media en la que estamos cayendo en la actualidad se debe, entre otras cosas, a que en pleno siglo XXI tenemos el cadáver de una persona en la principal plaza del país”, dijo en una entrevista.

La corrosiva diputada Natalia Poklónskaya –del partido Rusia Unida, de Putin– secundó la propuesta.

“Mirar un cadáver en el centro de la capital es poco humano”, escribió en Facebook la mujer que saltó a la fama como fiscal general de la anexionada Crimea y que recientemente emprendió una auténtica cruzada contra la película Matilda, sobre la relación prematrimonial entre el último zar de Rusia, Nicolás II, y una famosa bailarina.

Poklónskaya, erigida en portavoz de los creyentes más ortodoxos, siguió exigiendo la prohibición de la cinta incluso después de que Putin dejara claro que el filme del director Alexéi Uchitel, que finalmente se estrenó hace pocas semanas, no sufriría censura alguna.

En abril de este año, un grupo de parlamentarios de Rusia Unida registró en la Duma (cámara de diputados) un proyecto de ley para la sepultura de Lenin, pero poco después retiraron sus nombres de la propuesta, que también firmaba el ultranacionalista Partido Liberal Democrático.

Esta semana, la presidenta del Consejo de la Federación (Senado) ruso, Valentina Matviyenko, expresó su seguridad de que el cuerpo de Lenin será enterrado tarde o temprano, pero solo tras celebrarse un referéndum popular sobre esta cuestión.

Lenin no dejó testamento, pero su viuda, Nadezhda Krúpskaya, quien se opuso a la exposición del cuerpo de su marido, declaró que éste había expresado su deseo de descansar junto a su madre y su hermano en el cementerio Vólkovskoye de San Petersburgo.

En medio de la discusión y pese al inminente centenario de la Revolución –un acontecimiento crucial en la historia de Rusia– el Kremlin ha ordenado cerrar al público el mausoleo en el que se exhibe el cuerpo momificado del fundador del Estado soviético.

Los diputados comunistas y sus invitados extranjeros, de hecho, fueron hoy los únicos a los que se permitió rendir un homenaje al líder de la revolución.

También serán los únicos en conmemorar el centenario con una multitudinaria marcha el 7 de noviembre, ya que el Kremlin no tiene previsto festejar de ninguna forma la efeméride.

Aunque Putin considera que la caída de la Unión Soviética en 1991 fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, ha preferido ignorar el centenario, aparentemente para no generar crispación en la sociedad.

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