En un informe emitido con cifras vigentes hasta el 7 de diciembre, las autoridades indican que el total de casos se sitúa en 489, de los cuales 441 están confirmados en pruebas de laboratorio y 48 son probables. Esta epidemia ha igualado ya a la más mortífera de la historia de la República Democrática del Congo (RDC), la que se produjo en la localidad Yambuku, en el norte del país, a finales de agosto de 1976 y es considerado como el primer brote de ébola registrado.
Con una tasa de mortalidad de casi el 90%, en esa ocasión fallecieron a causa del virus 280 personas de los 318 casos que se produjeron. La actual epidemia es también la segunda más grande de todo el mundo en número de casos, superando a la que se registró en Uganda entre 2000 y 2001, en la que se contabilizaron 425 casos y 224 fallecimientos, y solo por detrás de la declarada en 2014 en Guinea Conakri, desde donde se expandió a Sierra Leona y Liberia.
Este brote se declaró el pasado 1 de agosto en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, si bien el control de la epidemia se ha resentido por el rechazo de algunas comunidades a recibir tratamiento y la inseguridad en la zona, donde operan numerosos grupos armados. Se trata del segundo brote declarado en 2018 en RDC -solo ocho días después de que el ministro congoleño de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de la anterior epidemia, en el oeste del país- y el peor de la historia de RDC en relación al número de contagios.
Desde el pasado 8 de agosto, cuando empezaron las vacunaciones, más de 42.000 personas han sido inoculadas, en su mayoría, en las ciudades de Mabalako, Beni, Mandima, Katwa y Butembo, de acuerdo con las últimas cifras del Ministerio de Sanidad. El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90% si no es tratado a tiempo.
El brote más devastador a nivel global fue declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakri, país del que se expandió a Sierra Leona y Liberia. Casi dos años después, en enero de 2016, la OMS declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.