El coronel Paulo Malhaes, de 76 años, fue el primer militar brasileño en hacer tal confesión.
“El relevamiento de la escena del crimen ya se hizo y se interrogó a su esposa y a un empleado doméstico”, dijo un portavoz de la Policía a la AFP.
Tres hombres, uno de ellos encapuchado, entraron el jueves de noche a la casa de Malhaes -ubicada en Nova Iguaçu, un suburbio popular en el norte de Rio-, según contó la viuda, que no fue identificada.
Los delincuentes tomaron como rehén al militar, a su esposa y al criado en habitaciones separadas. Y antes de huir lo mataron con las armas que el militar coleccionaba.
Las autoridades no encontraron por ahora ninguna herida de bala en el cuerpo del militar, que fue llevado a la medicatura forense.
Malhaes había admitido que torturó opositores al régimen militar en un centro clandestino llamado “La casa de la Muerte” en Petrópolis, ciudad ubicada en la sierra del estado de Rio.
Explicó cómo los torturadores, incluido él mismo, arrancaban a sus víctimas la dentadura y le cortaban los dedos para que no pudieran ser identificados.
El oficial dio su versión de cómo los militares hicieron para desaparecer en 1971 el cuerpo del diputado federal Rubens Paiva, nunca encontrado.
La Comisión Nacional de la Verdad (CNV) fue lanzada en mayo de 2012 por la presidenta Dilma Rousseff, una exguerrillera encarcelada y torturada por el régimen militar. La CNV deberá concluir su trabajo en diciembre.
El Club Militar, una asociación que agrupa a militares retirados, indicó que no se pronunciará hasta tanto se conozcan las circunstancias de su muerte.
Brasil es el único país de América Latina que nunca juzgó los crímenes de la dictadura, producto de una ley de amnistía.
Se reconocen oficialmente 400 muertos y desaparecidos, además de 20.000 torturados, contra los 30.000 muertos en Argentina y los más de 3.200 en Chile.