En total, siete heridos, gravemente quemados y con problemas respiratorios, fallecieron en hospitales de Bucarest, mientras que otros dos, uno de nacionalidad rumana y otro italiana, fallecieron en Holanda, donde habían sido transferidos para recibir tratamiento, anunció el primer ministro interino de Rumania, Sorin Campeanu, en una rueda de prensa.
Un centenar de personas, en su mayoría jóvenes, continúan hospitalizadas, más de 40 en estado “grave y crítico”, según el gobierno. El violento incendio estalló el 30 de octubre durante un espectáculo pirotécnico en el concierto de un grupo de rock duro.
Los primeros elementos de la investigación mostraron numerosos incumplimientos de normas de seguridad, incluida la ausencia de salidas de socorro y el uso de materiales inflamables para la insonorización.
Los tres propietarios de la discoteca, que están detenidos y acusados de homicidio involuntario, no tenían tampoco las autorizaciones necesarias para organizar conciertos, y menos aún espectáculos pirotécnicos. El accidente provocó unas manifestaciones sin precedentes contra la corrupción de la clase política, considerada responsable de la tragedia.
El primer ministro socialdemócrata Victor Ponta, bajo presión desde hace meses por sus problemas con la justicia, dimitió el miércoles.
El viernes, unos 15.000 rumanos, muchos de ellos jóvenes, salieron a la calle en Bucarest y otras ciudades por cuarto día consecutivo para exigir un cambio profundo de la sociedad rumana, y otras 3.000 personas volvieron a exigirlo este sábado, en desfiles por la ciudad.