“¿Repetirá el 'San Juan' la suerte del 'Kursk'?” , se preguntó el rotativo ruso “Nezavísimaya Gazeta”, nada más que la Armada de Argentina anunciara que había perdido contacto con su submarino cuando este se dirigía desde ciudad austral de Ushuaia hacia Mar del Plata, tras informar de un fallo en sus baterías.
El “Kursk” fue localizado rápidamente: dos días después de su naufragio la Armada rusa informó de que el submarino yacía en el fondo del mar a una profundidad de 108 metros y admitía que las posibilidades de rescatar a sus tripulantes eran escasas.
El 15 de agosto se anunció el comienzo de una operación de rescate, que luego fue aplazada por el mal tiempo en la zona del naufragio, mientras Moscú rechazaba la ayuda que ofrecían varios países para intentar socorrer a los tripulantes. Solo al día siguiente, cuando fuentes oficiales admitían que la tripulación del “ Kursk ” había dejado de dar señales de vida, Rusia acepto la ayuda de la OTAN para lanzar una operación internacional de rescate.
El 21 de agosto, un equipo de buzos noruegos consiguió abrir una de las escotillas del “Kursk” y no encontró más que agua. Ese mismo día la Armada de Rusia anunció oficialmente la muerte de sus 118 tripulantes.
El desastre del “Kursk” y la posterior fallida operación de rescate supusieron un duro golpe no solo para el prestigio de la Armada, sino para el del jefe del Estado, Vladímir Putin, quien entonces llevaba apenas unos meses al mando del Kremlin. Sobre Putin cayó una andanada de críticas por su mutismo, ya que sus primeras declaraciones sobre el “ Kursk ” se produjeron a las 100 horas del naufragio, y no a iniciativa suya, sino de los periodistas que se agolpaban ante su residencia vacacional.
“Putin, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, está de vacaciones”, denunció esos días el influyente “Izvestia” , que como casi todos los rotativos ilustró significativamente sus páginas con fotos del presidente ruso en uniforme de marino.
El diario digital “Gazeta.ru” lamentó que el Presidente “no cancelara sus vacaciones” cuando antes “estaba encantado de ir a bordo de un avión o un buque”.
El “Kursk” permaneció más de 14 meses en el fondo del mar, a 108 metros de profundidad, y fue reflotado en una complicada operación que duró más de tres meses y le costó al Gobierno ruso decenas de millones de dólares.
Para recuperar el submarino, hubo que seccionar su proa con una sierra gigante y perforar en el resto del casco 26 agujeros para fijar los 26 cables, de 25 centímetros de diámetro y 900 toneladas de resistencia cada uno, con los que fue izado a superficie.
Como finalmente estableció la comisión gubernamental que investigó el accidente, el “Kursk” se hundió a consecuencia de dos explosiones sucesivas ocurridas durante unas maniobras navales.
La primera explosión se produjo por la detonación de uno de los torpedos emplazado en la primera sección del “Kursk”, en la proa. Tras una pausa de 135 segundos, ocurrió una segunda explosión, de una potencia muy superior, también en la proa que abrió una enorme fisura en el casco e hizo naufragar al submarino, pero lo que sigue siendo un misterio es cuál fue la causa de la primera detonación.
Tres meses después de la tragedia, en una primera operación, buzos rusos y noruegos recuperaron los cuerpos de doce marinos que se habían refugiado en la novena sección del sumergible. Los restos de los demás tripulantes fueron recuperados solo cuando fue reflotado el submarino, a fines de 2011.
Según la Fiscalía General de Rusia, la mayor parte de los tripulantes del “Kursk” murieron asfixiados por el incendio provocado por las explosiones que afectó prácticamente a todo el navío.