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Joseph Stalin estaba enojado. El líder de Unión Soviética entre 1922 y 1953 participó de la conferencia de Teherán a finales de 1943 con Winston Churchill, el Premier británico y Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos.
Joseph Stalin, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill en la conferencia de Teherán, en 1943. (Foto: Imperial War Museum).
En esa conferencia Stalin con una sonrisa para afuera pero ofuscado por dentro, exigió la apertura de un segundo frente en el continente europeo. El Ejército Rojo había defendido de manera increíble la ciudad de Stalingrado – hoy llamada Volgogrado – del ejército de Adolfo Hitler desde el frente oriental, impidiendo el avance alemán.
Tropas alemanas en Stalingrado. (Foto: ww2today.com).
Pero faltaba el frente occidental. Churchill y Roosevelt, dos buenos amigos, le prometieron impulsar el ataque para cercar a Hitler desde Gran Bretaña.
Estados Unidos llevaba casi tres años inmerso en la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Gran Bretaña desde mucho antes.
Hitler estaba rodeado, porque Mussolini había caído y los destacamentos alemanes en África (Afrika Korps) habían sido derrotados en la segunda batalla de El Alamein. Se cuenta que en Teherán ya los tres líderes citados comenzaron a planear el reparto de Europa, mucho antes del final de la Segunda Guerra.
Hoy, 6 de junio de 2014 se recuerdan los 70 años del Desembarco de Normandía, una de las batallas clave de la Segunda Guerra Mundial. Soldados estadounidenses, británicos, franceses y canadienses cruzaron el Canal de la Mancha y abrieron el frente que Stalin reclamaba.
“Los ejércitos sabían que iba a haber miles de muertos. A partir de ahí los aliados comenzaron a retomar el continente europeo. Primero fueron poblados y luego fue la recuperación de París”, relata Eduardo Nakayama, un investigador académico en conversación con ABC Color.
Vehículos descienden de un barco en una playa de Normandía. Verano boreal de 1944.
Y así fue. Las estadísticas señalan que hubo 156.000 soldados aliados y 50.000 alemanes. Los muertos en el banco aliados fueron cerca de 8.400 mientras que las fuerzas nazis sufrieron la baja de 5.000 de sus soldados.
El ataque se hizo el martes 6 de junio de 1944 desde las 6:30, hora local. Estaba planeado para un día antes, pero el clima lo impidió. El desembarco, como tal, terminó el 25 de agosto de 1944 con la toma/recuperación de París.
El cerco a Adolfo Hitler estaba hecho.
“Los hombres se lanzaron del avión, pero los paracaídas no se abrieron. Podía escucharlos caer. Parecía una calabaza gigante que se estrellaba contra el suelo. Eran unos 16 a 17 soldados sin paracaídas”, relató a la agencia AFP Donald Burgett, un veterano de la 101 División Aerotransportada, que peleó en Normandía. El excombatiente de 89 años participará de los actos conmemorativos que se realizarán en Francia por el 70 aniversario del “Día D”.
Las fuerzas aliadas renombraron los territorios franceses y lo llamaron como playas de diferentes formas. Ellas fueron: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword.
El soldado estadounidense William Gast no veía “prácticamente nada” desde su tanque que avanzaba por la playa de Omaha y, 70 años después, sigue preguntándose si esa falta de visión hizo que pasara por encima de sus compañeros parapetados para evitar la artillería alemana.
Gast tenía 19 años aquella mañana del 6 de junio de 1944, cuando desembarcó a las 6:20 horas en Omaha Beach, “diez minutos antes de la hora prevista”.
Saint-Lo, Normandía, 1944. Ciudad destruida en el norte de Francia.
“Yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo allí” , dice sonriendo. A los 89 años, mientras que algunos recuerdos se marchitan, otros permanecen muy vivos.
Como parte del 743° Batallón de Tanques de la Compañía A, Gast recuerda el entrenamiento previo en Gran Bretaña, cuando practicó las maniobras para subir al tanque Sherman a una nave de desembarco. Y luego, horas flotando en el Canal de la Mancha.
“Otra noche salimos y no regresamos. Así fue”, dijo sobre el inicio de la operación de desembarco en Normandía.
Gast conoció al capitán de la lancha de desembarco que transportó tres tanques, entre ellos el suyo, a las playas de Normandía. Este le prometió que se acercarían lo suficiente los tanques no se sumergieran, como les había pasado a otros aquella mañana.
El capitán mantuvo su palabra.
Otra unidad en Omaha Beach fue menos afortunada, con 27 de los 32 tanques botados al mar a cinco kilómetros de la costa, hundiéndose antes de que pudieran alcanzar la playa debido a un clima caprichoso y a pesar de haber sido equipados con flotadores.
“Nos dieron la orden de partir, encendimos los motores, bajaron la rampa”. El joven conductor impulsó su tanque en medio de las salpicaduras de agua y arena provocadas por los obuses alemanes. Sentía “las orugas patinar” antes de posarse sobre la arena y tomar posición sobre la playa.
Desde el asiento del conductor, Gast intentó orientar su tanque con la ayuda de un pequeño periscopio. “Imagine lo que podía ver: prácticamente nada”. El comandante del tanque le pedía ir a izquierda o derecha golpeando el hombro correspondiente.
Esa falta de visión para distinguir el camino, dejó en Gast una persistente y atormentada sensación: el temor de haber pasado por encima de compañeros muertos o parapetados en la playa.
“Lo más triste de todo es que, al no poder ver, pude haber pasado por encima de mi propia gente. Si lo hice, no lo sé, y no puedo dejar de pensar en ello”, afirma.
Tropas americanas limpian los desechos de guerra en Saint-Lo, en 1944.
Al otro lado, la furia. El cabo Gast escuchaba como las balas de ametralladora golpeaban el tanque “como si hubieran arrojado adoquines contra un coche; así sonaba”.
“Y había proyectiles que explotaban justo a mi lado. Podías sentir el tanque sacudirse”, agrega.
Para Gast, fue un día de miedo y terror, en el que seguía las órdenes sin rechistar.
“No puedo contar mucho sobre lo que sucedió, estaba muerto de miedo. Era como ponerse en automático, uno hacía lo que había hacer, lo que nos ordenaban hacer”, dije.
Sobre la playa de Omaha, desde entonces llamada “la sangrienta”, los estadounidenses dejaron 2.000 muertos, heridos y desaparecidos. De los 15 carros de la compañía de William Gast, cinco salieron indemnes.
Gast, de Lancaster, Pensilvania, condecorado con la Estrella de Plata y el Corazón Púrpura, y regresó a Estados Unidos y se casó con su novia del secundario.
Ahora con 89 años, el anciano fue recientemente condecorado con la Legión de Honor de Francia en una pequeña ceremonia para los veteranos de la Segunda Guerra celebrada en la embajada de París en Washington.
El hombre de baja estatura y de hablar suave se puso de pie para recibir la medalla y el saludo de un diplomático francés. Pero no tiene intenciones de regresar a Normandía para el 70 aniversario del desembarco.
Su hijo Bill dijo que su padre no quería “revivir” aquel día: “es importante que no olvidar, pero uno trata de esconder sus temores en alguna parte”.
Los reportajes e infografías son información de la Agence France Press (AFP) con modificaciones hechas por el infógrafo de ABC Color, David Fernández. Las imágenes fueron cedidas por el investigador histórico Eduardo Nakayama y son propiedad exclusiva del Museo Imperial Británico, de la Revista Life y del fotógrafo Frank Scherschel.