Ante la Cámara de los Diputados, el presidente de la República, Frank-Walter Steinmeier, conmemoró este viernes “un día ambivalente que encierra la oscuridad y la luz (...) Un día de contradicciones” porque este año marca el centenario del nacimiento de la república alemana, pero también los 80 años del pogromo nazi de la Noche de los Cristales Rotos.
En noviembre de 1918, en Alemania reinaba un clima revolucionario. Se acercaba su derrota en la Primera Guerra Mundial. El emperador Guillermo II, en el poder desde 1888, se vio confrontado a un motín en la Marina y a la instauración en todo el país de consejos de obreros. Abdicó el 9 de noviembre. “¡Viva la República alemana!”.
Ese día el socialdemócrata Philipp Scheidemann anunció desde el balcón del Reichstag en Berlín el nacimiento de lo que se convertiría en la República de Weimar.
Dos días más tarde, Alemania firmó un armisticio que puso fin a la Gran Guerra en la que murieron casi 10 millones de personas. Los alemanes vivieron como una humillación las condiciones de la paz, que según los historiadores fueron una de las causas de la Segunda Guerra Mundial.
El 9 de noviembre de 1923, Adolf Hitler, a la cabeza del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y partidarios suyos, como Heinrich Himmler, Hermann Göring y Rudolf Hess, intentaron tomar el poder mediante un golpe de Estado que comenzó en una cervecería de Múnich. Hitler se subió a una silla y disparó al techo antes de proclamar el final del “gobierno de los criminales de noviembre”, un término utilizado por los detractores del Armisticio.
La policía y los militares abortaron esta intentona golpista. Hitler fue detenido. Fracasó en su intento pero usó el juicio para ganar popularidad y propagar su odio a los judíos. Fue un mito fundador del futuro Tercer Reich. Fue condenado a cinco años de cárcel de los que purgó nueve meses durante los cuales escribió “Mein Kampf” (Mi lucha) .
El 9 de noviembre de 1938, el pogromo contra los judíos, bautizado Noche de Cristal o Noche de los Cristales Rotos, se extendió por Alemania. “Constituye una ruptura sin equivalente con la civilización, la caída de Alemania en la barbarie”, consideró este viernes Frank-Walter Steinmeier.
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Lo que se presentó como una reacción espontánea al asesinato de un miembro de la embajada alemana en París a manos de un judío polaco, en realidad fueron actos antisemitas dirigidos desde lo más alto del Estado, exactamente 15 años después del fallido intento golpe de Estado de la cervecería.
Miembros de las SA, de las SS y de las juventudes hitlerianas destruyeron en todo el territorio del Reich los lugares de culto judíos y los escaparates de las tiendas propiedad de judíos. Al menos 90 judíos murieron y 30.000 fueron deportados a campos de concentración. Esta explosión de violencia marcó, según los historiadores, el comienzo de la campaña de exterminio de los judíos.
Muchos alemanes conmemoran esa noche con ofrendas florales en las “Stolpersteine”, miles de placas de latón incrustadas en cubos de cemento con los datos de las víctimas. En 2017, 16 de estas placas fueron robadas, lo que hizo temer un resurgimiento del antisemitismo.
El 9 de noviembre de 1989 se produjo casi accidentalmente la caída del Muro levantado en 1961 y convertido en el símbolo de la Guerra Fría entre occidentales y soviéticos. Ese día, un miembro del Politburtó del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, por sus siglas en alemán), Günter Schabowski, anunció en rueda de prensa nuevos derechos de circulación para los alemanes del Este. “Que yo sepa, inmediatamente”, respondió a un periodista que le preguntó cuándo entraban en vigor estos derechos.
Su respuesta hizo que miles de personas se precipitaran hacia los puestos de control, tomando desprevenidos a los guardias que acabaron levantando las barreras. La caída del muro se produjo sin derramamiento de sangre.
Algunos de estos acontecimientos disuadieron a las autoridades de convertir el 9 de noviembre en el día de la fiesta nacional. Optaron por el 3 de octubre, fecha de la reunificación de Alemania en 1990.