Una ONG serbia ha pedido este martes a la ONU una investigación sobre si las autoridades de Belgrado usaron un cañón sónico, ilegal en el país, contra los manifestantes antigubernamentales, que piden responsabilidades por la muerte de 16 personas a causa del derrumbe de una marquesina de una estación ferroviaria en noviembre pasado.
El pasado 17 de marzo, dos días después de la gran manifestación antigubernamental, la Comisión Europea ya solicitó una investigación sobre el presunto uso de estos aparatos por las fuerzas de seguridad. Bruselas se hacía eco de las denuncias de la Universidad de Belgrado, la oposición política y grupos estudiantiles.
El ministro del Interior de Serbia, Ivica Dacic, admitió el 19 de marzo, tras negarlo, que la Policía del país sí posee este tipo de instrumento antidisturbios aunque reiteró que no lo ha empleado contra los manifestantes.
El ministro Dacic aseguró que son propiedad de su ministerio desde 2021.
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El cañón sónico, también conocido como LRAD (Long Range Acoustic Device, por sus siglas en inglés), genera ondas de sonido direccionales de alta intensidad que pueden provocar dolor, desorientación e incomodidad, lo que, cuando se emplea en manifestaciones, obliga a las multitudes a dispersarse.
Es un dispositivo desarrollado inicialmente para uso militar y de seguridad, si bien puede emplearse para otros fines, como ahuyentar pájaros o como vehículo de alerta.
Su característica física es la alta potencia de emisión, su propagación y la direccionalidad. Se trata de una especie de altavoz o disco, que emite un sonido agudo en un frecuencia baja de 2,5 khz y en un arco de entre 30° y 60°, esto es, unos 150 decibeles dirigidos con precisión hacia puntos distantes.
Se considera que 130db es el umbral del dolor para los humanos y 60db es el volumen acústico de una conversación normal.
El cañón sónico es empleado por fuerzas de operativas -militares, policiales o seguridad- en distintos países para controlar multitudes.
Hay constancia de que fue usado por Estados Unidos en la guerra de Irak, por Israel en Gaza, y por Rusia y la policía en diferentes partes del mundo.
Las autoridades de Washington acusaron a Cuba de usarlo contra el personal de su embajada en La Habana en 2016, abriendo una crisis, pero nunca quedó demostrado.