El pasado miércoles, 35 niños fallecieron y otros seis resultaron gravemente heridos durante una avalancha en un evento en el que repartían comida en una escuela de la localidad de Ibadan, en el estado de Oyo (suroeste).
Vecinos de la zona declararon a EFE que los asistentes habían llegado al lugar a las cinco de la mañana (04:00 GMT) tras enterarse del programa por la radio y que la impaciencia y la desesperación de la multitud provocaron la muerte por aplastamiento de los niños.
Según el portavoz de la Policía de Oyo, Adewale Oyefeso, siete personas fueron detenidas, entre ellas Naomi Sikeoluwa, exesposa de un rey tradicional del vecino estado de Osun y creadora de la Fundación Wings, que organizaba la feria.
Mientras el país seguía de luto por la pérdida de los 35 niños el sábado se produjeron otras dos estampidas con nuevas víctimas mortales en actos benéficos en Abuya (centro), la capital del país, y Okija, en el estado de Anambra (sureste).
En Abuya, diez personas, entre ellas cuatro niños, murieron aplastadas tras una estampida en un acto de reparto de alimentos organizado por la iglesia católica de la Santísima Trinidad, en el distrito capitalino de Maitama.
Según Josephine Adeh, portavoz de la Policía en Abuya, otras ocho personas resultaron heridas en la estampida.
Al igual que en el incidente de Ibadan, miles de ciudadanos habían llegado al lugar a primera hora de la mañana, en torno a las seis (05:00 GMT), para el reparto de comida, antes de que la multitud se desesperara y se alborotara.
En el incidente de Anambra, siguiendo el mismo patrón, 22 personas fallecieron cuando una multitud luchaba por entrar en un acto de reparto de comida en la residencia del filántropo Ernest Obiejesi, en Okija.
Según un vecino, Uche Amadi, la estampida se produjo debido al nerviosismo de la multitud.
"Murieron aplastados"
"La gente estaba impaciente, todos se apresuraron a entrar en la residencia de Obiejesi para conseguir el arroz gratis del empresario. En el proceso, muchos cayeron al suelo y murieron aplastados", explicó a EFE.
Además de las 22 víctimas mortales, el portavoz de la Policía de Anambra, Tochukwu Ikemba, informó de un número indeterminado de heridos en la estampida.
Para Auwal Musa-Rafsanjani, director ejecutivo de la organización local Centro de Defensa Legislativa de la Sociedad Civil (CISLAC), las estampidas muestran la desesperación y la pobreza de la población debido al mal estado de la economía.
"Esto es un claro indicio de que los nigerianos se enfrentan a tiempos muy difíciles bajo esta Administración. Por desgracia, el Gobierno parece ajeno a la realidad sobre el terreno y no ha tomado las medidas necesarias para hacer frente a una situación que ha contribuido a agravar", afirma a EFE.
Aunque estos "trágicos incidentes" han saltado a las portadas de los periódicos, "es posible que muchos más pasen desapercibidos, ya que la gente pasa hambre desesperadamente", añade Musa-Rafsanjani.
En la misma línea, el analista de asuntos públicos Gabriel Adekunle aboga por que el Gobierno del presidente Bola Ahmed Tinubu trabaje para reducir la inflación y atajar el aumento de los precios de los alimentos.
"Cuando baja la inflación, bajan los precios de los alimentos y otros artículos de primera necesidad. No debemos esperar a que todo el mundo muera para abordar la crisis del hambre en el país", dice a EFE.
Este tipo de sucesos se han producido este año con relativa frecuencia en Nigeria, y decenas de personas han muerto en donaciones de dinero y comida en varias ciudades del país en los últimos meses.
El coste de la vida en Nigeria no ha hecho más que subir desde que Tinubu llegó al poder en mayo de 2023, con la inflación alcanzando el pasado junio un máximo histórico del 33,95 %, lo que ha disparado los precios de productos básicos como el arroz, el maíz y el ñame, haciéndolos inasequibles para muchos nigerianos.
Nigeria es el país más poblado de África, con más de 213 millones de habitantes, y uno de sus principales productores de petróleo, así como una de las mayores economías del continente.
Sin embargo, cuatro de cada diez nigerianos viven por debajo del umbral de la pobreza, según el Banco Mundial.