El pasado fue un mal año para el Ejército ruso, pero la ofensiva que Moscú lanzó en octubre en el Donbás, en el este de Ucrania, ha dado finalmente sus frutos en 2024.
Ofensiva general del ejército ruso
Si las posiciones en el sur -Jersón y Zaporiyia- apenas han variado, el mapa de operaciones en la región de Donetsk ha cambiado notablemente. Todo empezó con la conquista en febrero de la estratégica ciudad de Avdivka, lo que permitió alejar la artillería ucraniana de la capital de la provivcia ilegalmente anexionada.
En septiembre, tras 30 meses de denodados intentos rusos, cayó Vugledar, la fortaleza que abrió a Moscú las puertas al sur del Donbás.
Desde entonces el Ejército ruso ha avanzado a un inusitado ritmo que no se veía en el frente desde el comienzo de la guerra (febrero de 2022). Eso sí, según fuentes occidentales y ucranianas, el coste ha sido muy alto -más de 87.000 bajas en octubre y noviembre, según fuentes británicas- y rondado en algunos casos las 1.500 bajas diarias.
Batalla final por el control del Donbás
Las unidades rusas no dejan de avanzar desde septiembre hacia los principales bastiones ucranianos, sea Pokrovsk, principal objetivo de la actual ofensiva rusa tanto por motivos militares como por sus yacimientos de coque, o Kurájove, en donde se libran fuertes combates.
Aunque los rusos afirmaron el pasado fin de semana que ya habían izado su bandera en el ayuntamiento del municipio, un portavoz militar ucraniano afirmó el lunes 16 de diciembre que Kurájove sigue bajo control de Ucrania.
En el punto de mira de Moscú están los principales centros de operaciones del Ejército ucraniano -Kramatorsk y Sloviansk-, que los rusos intentan envolver también desde el norte, donde avanzan hacia Kúpiansk e Izium, en la región nororiental de Járkov.
Según el estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), en las últimas semanas los soldados rusos han conquistado más territorio del Donbás que en todo 2023.
De hecho, Kiev perdió más de 1.200 kilómetros cuadrados -la mitad del total anual- sólo en noviembre, sangría que los ucranianos no parecen capaces de frenar.
El objetivo del Kremlin sería conquistar el mayor territorio posible antes de la investidura el 20 de enero del presidente de EE.UU., Donald Trump, independientemente de que el "General Invierno" pueda ralentizar en breve el avance de las brigadas mecanizadas.
Eso sí, la victoria rusa no está cantada. Y es que, según los expertos, al ritmo actual, de no mediar una precipitada retirada ucraniana, el Ejército ruso necesitaría todo un año para conquistar los 8.000 kilómetros cuadrados bajo control ucraniano en Donetsk.
Tropas norcoreanas y misiles anglosajones
La aceleración del avance ruso en Donetsk se ha producido pese al éxito, al menos inicial, de la operación transfronteriza lanzada en agosto por Ucrania en la región rusa de Kursk, donde Kiev sigue controlando, según algunas fuentes, unos 800 kilómetros cuadrados, un 40 % menos del territorio que llegó a ocupar en el momento de mayor expansión.
Uno de los objetivos declarados de esa invasión era distraer al Ejército ruso de su ofensiva en el este y noreste de Ucrania, algo que no se ha producido a juzgar por cómo se sigue moviendo el frente.
Para tratar de expulsar a los ucranianos de Kursk y demostrar la firmeza de la alianza de Moscú con Pionyang, el Kremlin desplegó este otoño en esa región a unos 11.000 soldados norcoreanos, lo que ha sido interpretado por Ucrania y sus socios occidentales como un nuevo paso a la internacionalización del conflicto.
EE.UU. y el Reino Unido han reaccionado a esta escalada por parte de Moscú permitiendo a Kiev golpear objetivos militares situados en territorio ruso con los misiles balísticos que ambas potencias occidentales envían a Ucrania.
En el mes de noviembre, Ucrania atacó por primera vez territorio ruso con misiles ATACMS estadounidenses y Storm Shadow británicos blancos de las Fuerzas Armadas rusas en Kursk y en la vecina región de Briansk.
El debut del Oréshnik
El presidente ruso, Vladímir Putin, respondió a estos ataques con el lanzamiento contra una fábrica ucraniana de armamento en la ciudad de Dnipró (centro) de un nuevo misil balístico hipersónico de alcance intermedio llamado Oréshnik, que tiene una velocidad máxima de hasta 3 kilómetros por segundo y es capaz de portar ojivas nucleares.
"Creemos que tenemos derecho a utilizar nuestras armas contra infraestructuras militares de países que permiten que sus armas sean utilizadas contra nuestras infraestructuras", dijo en una nueva amenaza a Occidente Putin, cuyas sucesivas líneas rojas han ido perdiendo color durante esta guerra, que está a punto de cumplir tres años.