Protestas por accidente de Novi Sad, más reciente expresión de un largo malestar en Serbia

Bogdan DasicBelgrado, 8 dic (EFE).- Serbia vive una nueva ola de protestas que, desatada esta vez por la muerte de 15 personas al colapsar hace un mes el techo de una estación ferroviaria, es la más reciente expresión del creciente malestar social en el país balcánico con el Gobierno populista y nacionalista.

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Según los críticos, el Partido Progresista Serbio (SNS), dominado por el presidente del país, Aleksandar Vucic, ha montado desde su llegada al poder en 2012 una especie de "régimen híbrido", como lo califica en declaraciones a EFE el politólogo Dejan Bursac, de la Universidad de Belgrado.

Con ello se refiere a una estrategia mediante la cual el SNS ha ocupado los puestos claves de todas las instituciones públicas y se ha hecho con el control de la mayor parte de los medios de comunicación, lo que le ha permitido socavar los estándares de la democracia y del Estado de Derecho.

Si bien la legislación garantiza elecciones libres, de hecho el SNS resulta casi imbatible en las urnas, explica el analista.

"En un sistema híbrido como este, una consecuencia natural son las protestas, que vienen ocurriendo a gran escala en los últimos años, como ahora tras el colapso (el 1 de noviembre pasado) del techo de la estación de trenes de Novi Sad", que había sido recientemente renovada, recuerda Bursac.

Denuncias de corrupción e impunidad

Los ciudadanos que desde entonces protestan casi a diario en las calles atribuyen el siniestro a la corrupción y el clientelismo reinante, así como a la falta de transparencia y a la resultante impunidad de los responsables.

Las dimisiones a raíz del siniestro del ministro de Comercio, Tomislav Momirovic, y del de Construcción, Goran Vesic, no han logrado apaciguar la indignación popular.

También Bursac ve en ellas apenas un gesto forzado por Vucic para intentar calmar a los votantes.

Creciente violencia

Mientras, los medios afines al Gobierno lanzan campañas contra la oposición y los manifestantes, mientras que la policía golpea y arresta a los activistas en las protestas.

Los medios cercanos a la oposición denuncian una creciente violencia ejercida por grupos de encapuchados -algunos dicen haber identificado entre ellos a seguidores del partido de Vucic- que atacan a los manifestantes, entre quienes hay cada vez más estudiantes universitarios.

El viernes pasado, durante una protesta, un coche arremetió a toda velocidad contra manifestantes que bloqueaban una calle de la capital, dejando seis personas heridas, incluidos cuatro miembros de la Orquesta Filarmónica de Belgrado.

El propio Vucic justificó recientemente este tipo de incidentes, al denunciar y minimizar las protestas, diciendo que se trata solo de unas pocas personas agresivas que bloquean el tráfico.

Esta oleada de demostraciones ciudadanas tiene lugar pocos meses después de la desatada por la apertura de una mina de litio de la multinacional Rio Tinto, sin legislación medioambiental.

También en mayo de 2023, tras una matanza de niños en una escuela en Belgrado, decenas de miles exigieron la destitución del Gobierno y el cierre de medios de comunicación oficialistas que fomentan el odio y la violencia.

Vucic y sus colaboradores acusan a la oposición de politizar las tragedias, y de intentar derrocar al Gobierno en la calle tras fracasar en las urnas.

Un socio clave en los Balcanes

Pese a la agitación social, no hay indicios de que las cosas vayan a cambiar en un futuro previsible, al menos no antes de las próximas elecciones regulares de 2027.

El presidente serbio cuenta con un sólido apoyo internacional, pues su país se ha convertido en el socio comercial más atractivo en los Balcanes tanto para Occidente como para Rusia y China.

Belgrado le compra a Moscú gas y petróleo, con Pekín coopera en grandes proyectos de infraestructuras y seguridad, y con Francia en los de construcción del metro y aeropuerto de la capital.

Además, Estados Unidos ve con buenos ojos el envío -indirecto- de armamento serbio a Ucrania e Israel, mientras que Alemania tiene un gran interés en la extracción de litio para las baterías de su industria automotriz eléctrica.

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