Esa huida estaba perfectamente orquestada. Con la guerra prácticamente perdida, el Gobierno de la República de China aprobó el traslado de su capital a Taipéi unos días antes, concretamente el 7 de diciembre, culminando un proceso de dieciséis meses en los que alrededor de dos millones de personas se reubicaron en la isla.
Aquel suceso, que se conoce en los libros de historia como “La Gran Retirada”, marcó el inicio del distanciamiento entre la República de China (nombre oficial de Taiwán) y la República Popular China, dos entidades que, setenta y cinco años después, viven realidades políticas, económicas y sociales muy diferentes.
En declaraciones a EFE, el historiador taiwanés Huang Tzu-chin constata que la “mejor opción” para Chiang Kai-shek, entonces líder del Partido Nacionalista chino (Kuomintang o KMT), era mudarse a la isla, puesto que “los comunistas no tenían una fuerza naval con la que poder cruzar el Estrecho”.
“Taiwán era una de las mejores áreas industriales en esa época y no estaba bajo el poder de los comunistas, y Chiang también contaba con el apoyo de la Armada estadounidense, que no quería perder Taiwán”, expone el investigador.
Dieciséis meses de mudanza
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, nacionalistas y comunistas reanudaron la guerra civil que habían dejado en suspenso entre 1937 y 1945. El descontento social con el KMT, la crisis económica y el apoyo del campesinado allanaron el camino para las sucesivas victorias militares de Mao Zedong, quien proclamó el establecimiento de la República Popular China el 1 de octubre de 1949.
Para entonces, Chiang Kai-shek ya tenía muy avanzados los preparativos para mudarse a Taiwán. Esos planes comenzaron a fraguarse a mediados de 1948, cuando la ofensiva del Ejército comunista parecía imparable, y requirieron la utilización de centenares de vuelos y barcos para transportar armamento, reservas monetarias, oro y obras de arte a la isla.
“Nadie comprendía la importancia de Taiwán en ese momento. Los comunistas sabían de estos vuelos, pero no les dieron demasiada importancia”, reconoce Huang.
Durante este período, unos dos millones de personas se asentaron en una isla de poco más de seis millones de habitantes, lo que provocó enormes desafíos en el corto plazo: la retirada japonesa de Taiwán en 1945, tras medio siglo de ocupación colonial, dejó una economía devastada, con una inflación galopante y múltiples carencias, a lo que se sumaba el rechazo de los isleños a los inmigrantes continentales.
Planes de reconquista frustrados
Con la economía taiwanesa estabilizada y el apoyo estadounidense garantizado mediante un tratado de defensa mutua, Chiang Kai-shek pasó a concentrarse en el que sería su principal objetivo en vida: recuperar China de los “bandidos” comunistas. Esa ambición cristalizó en el Proyecto Gloria Nacional, una iniciativa que empezó a gestarse en 1961 con el propósito de retomar el control del continente.
Sin embargo, EE.UU. nunca apoyó los planes de iniciar una invasión a gran escala de China desde Taiwán, apunta Huang Tzu-chin, quien atribuye la postura de Washington a su voluntad de “mantener el equilibrio de poder” en el Pacífico.
“Chiang Kai-shek lo intentó muchísimas veces. Envió pequeños grupos a invadir China por mar y aire, especialmente en la década de los 60, cuando los comunistas lanzaron la Revolución Cultural, pero todos esos intentos fracasaron”, subraya el historiador.
En palabras de Huang, fue Chiang Ching-kuo, posterior presidente de la República de China (1978-1988), quien convenció a su padre de la inviabilidad de la operación, dejando en un segundo plano los preparativos de invasión y centrándose en la economía de la isla, que experimentó un formidable desarrollo en las décadas siguientes.
Ahora, setenta y cinco años después de esa “Gran Retirada”, la realidad es completamente opuesta: Taipéi ha abandonado sus ambiciones territoriales y ahora es Pekín la que insiste en concretar la “reunificación nacional”, algo para lo que no ha descartado el uso de la fuerza.
“Cuando iba al instituto no me importaba (la posible invasión de China), porque en ese momento no tenían tanto poder. En mi opinión, Taiwán es mucho más peligroso ahora mismo, porque sabemos que China tiene la capacidad de hacerlo”, sentencia Huang.