La cita convocada por la ONU, que se ha cerrado “in extremis” con un acuerdo para aumentar la financiación de los países ricos a los pobres para ayudarles a afrontar el cambio climático, ha congregado durante dos semanas a más de 70.000 personas, según los organizadores, para buscar soluciones al grave problema del calentamiento global.
Durante la cumbre, han recorrido los pasillos de las instalaciones hordas de gentes de todo el mundo; entre los presentes han acudido jefes de Gobierno, ministros, responsables de organismos internacionales, empresas, multinacionales, miembros de organizaciones, activistas climáticos y sociales.
Turbantes, túnicas, ponchos y trajes de mil colores han sido la nota dominante entre los atuendos más llamativos: prendas, por otra parte, habituales en este tipo de cumbres, todo un escenario multicolor salpicado de los tintes de las costumbres y tradiciones del planeta entero. Entre las anécdotas más entrañables, la irrupción inesperada de un gato blanco al inicio de la cumbre, en la primera reunión de coordinación de ministros europeos; al parecer, el minino se coló en la sala de los negociadores aprovechando algún momento de puertas abiertas para curiosear y finalmente una joven lo sacó de la sala ante las risas de los presentes.
Otro de los días, una mujer tuvo que ser reanimada tras caer desmayada, probablemente por falta de sueño, aglomeración de gente y calor; la joven fue atendida rápidamente por los servicios de emergencias que la reanimaron y pronto recuperó la normalidad.
Rezos y oraciones han estado también muy presente en la COP29, por donde han pasado representantes de las más diversas religiones: desde seguidores del Islam, por otra parte, la religión oficial de Azerbaiyán, hasta sacerdotes de diversas confesiones cristianas, rabinos y defensores de la Pachamama.
Aunque el recinto disponía de un espacio exclusivo para orar, con un pequeño habitáculo para hombres y otro para mujeres, cualquier hueco entre los paneles y muros de los pabellones ha servido de excusa a algunos para colocar en público su alfombrilla de rezo sobre el suelo y proceder a la oración. Las protestas de pequeños grupos de activistas climáticos para reclamar justicia social han tenido un importante hueco en la cumbre; alguna de las concentraciones ha sido “callada”, en silencio para sonar más fuerte, sin voz, con esparadrapos cubriendo las bocas de los participantes.