Así lo ha manifestado en una entrevista con la Agencia EFE el francés, ex director de Amnistía Internacional en su país, quien ha destacado el “clima de miedo”, que, dice, ha constatado en Bakú en estos momentos, cuando la capital azerí acoge la 29ª cumbre del clima de la ONU.
La “presión” se percibe, incluso, dentro de las instalaciones de la cumbre, dice, dada la excesiva seguridad desplegada, algo que han subrayado también a EFE delegados de países —entre ellos, España—, periodistas y los propios activistas.
“Hay mucha seguridad, tal vez no los reconozcas, pero yo mismo sé que cuando participo en la mesa redonda, cuando menciono la situación en Azerbaiyán, cuando nombro los casos de periodistas o activistas climáticos en este país, me están grabando, y a veces llaman inmediatamente a alguien, no sé a quién”, confía, “pero yo estoy protegido”.
Salvo varias protestas muy concentradas y puntuales, la ausencia de activistas es notable, no sólo dentro de los espacios oficiales de la COP29, sino también en los alrededores, algo que contrasta con otras cumbres del clima, donde los manifestantes se dejaban ver con pancartas y cantando consignas a diario.
Ha habido cumbres en otros países peligrosos, aclara Forst, y menciona las dos últimas: la COP27 en Sharm El Sheikh (Egipto), y la COP28 en Dubai, pero “en Emiratos Árabes Unidos no hay activistas porque están todos en prisión o fuera del país; durante la cumbre había una fuerte seguridad, pero no lo que vemos aquí”.
“Si coges el autobús desde la capital para venir aquí, verás coches de policía cada 100 metros, y agentes y policías vigilando cada 50 metros dentro de la cumbre”, razona, y agrega; “hay mucha gente que no son participantes o fuerzas de seguridad, que están simplemente vigilando, haciendo fotos… eso es algo que no hemos visto en otros lugares”.
¿Dónde están los activistas?
Muchos activistas climáticos no han podido participar en la COP29, lamenta Forst, que durante 11 años estuvo al frente de la Comisión Nacional Consultiva de Derechos Humanos, perteneciente al gobierno francés.
“Se les ha impedido viajar, no han obtenido visado o se les ha cancelado el viaje por la instrucción que las autoridades de Azerbaiyán han dado a algunos países”, asegura.
El relator de la ONU comenta, entre otros, el caso concreto de una periodista macedonia a quien se revocó la visa tras compartir en la red social X una publicación sobre el activista Anar Mammadli.
En la comunicación oficial que Forst recibió —y que su equipo, como es parte del protocolo, se encarga de analizar para comprobar que se basa en argumentos sólidos— la periodista le explicaba que había recibido una llamada de una de las agencias de Azerbaiyán en la que le reprochaban haber retuiteado una publicación sobre Mammadli.
Mammaldi es un activista climático y defensor de los derechos humanos que en abril fue detenido por traer dinero “ilegalmente” al país, cargos que, según denuncia Amnistía Internacional, son “fabricados”.
Por otro lado, Reporteros sin Fronteras declara que, sólo en el último año, las autoridades han detenido a casi una quincena de periodistas a causa de su trabajo.
“Entre los trece profesionales de los medios de comunicación actualmente detenidos, Nargiz Absalamova investigaba cuestiones medioambientales”, afirman en su web.
Forst añade que otros activistas, según ha podido saber su equipo, han recibido visitas de oficiales azeríes, que no están seguros de que pertenezcan a los cuerpos de Policía, que "les advertían de que no hablaran con nadie sobre lo que ocurre en Azerbaiyán".
Esta exrepública soviética está regida por la familia Aliyev desde hace décadas; su actual presidente, Ilham Aliyev, heredó de su padre el mandato en el año 2003.
Autocontención ante el riesgo
La presión, arguye el francés, es consecuencia directa del trato de las autoridades azeríes, pero también, de manera indirecta, se da en la autocontención que manifiestan los defensores ambientales: “muchos activistas que conozco decidieron no participar en la cumbre por el miedo a ser detenidos”.
Y es que el ambiente nunca había sido tan represivo para ellos, al menos no desde principios de los años 2000, según la Unión “para la Libertad de los Presos Políticos en Azerbaiyán”, que estima que por primera vez en estos últimos veinte años el número de detenidos por expresar una visión crítica con el gobierno azerí supera los 300.
“Incluso organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, y otras que querrían al menos nombrar a estos presos políticos en Bakú, están conteniéndose por miedo”.
“Cualquier declaración pública sobre lo que está sucediendo en Azerbaiyán está impedida por el acuerdo de acogida de la cumbre entre la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y el gobierno de Azerbaiyán, así que si incumples el código, no sabes a lo que te arriesgas”.