“La idea del encuentro es quizás, en estos tiempos de fragmentación y antagonismos, más importante que nunca”, dijo el secretario general Iberoamericano, el chileno Andrés Allaman, durante el acto oficial de inauguración de la XXIX Cumbre Iberoamericana la noche del jueves en Cuenca, Ecuador.
A pesar de este llamado, hasta el momento solo han acudido a la cita el rey de España, Felipe VI, y los presidentes de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, y Andorra, Xavier Espot Zamora, además del anfitrión Ecuador, Daniel Noboa.
Allamand remarcó que la unidad de los países iberoamericanos sobresale “en un mundo en que explotan los conflictos, se ciernen amenazas y se perpetúan injusticias”.
“La inseguridad se ha instalado como la principal preocupación en muchos países, minando la confianza de las y los ciudadanos en la democracia y, lo que es peor, entre ellos mismos”, agregó.
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La cumbre comenzó con una reunión a puerta cerrada de cancilleres, en la que se trató la declaración conjunta que será suscrita este viernes en una reunión a la que faltarán casi todos los máximos líderes invitados.
Mientras los ministros sesionaron, varios cientos de personas convocadas por sectores sociales abarrotaron una importante vía de Cuenca para protestar contra el gobierno de Noboa y la cita regional.
En una autodenominada “contracumbre”, los manifestantes se detuvieron en una intersección cercana a uno de los edificios que alberga el encuentro. “Quieren maquillar toda esta crisis, vivimos una grave crisis energética. Aquí los pueblos que se encuentran presentes (...) están alzando su voz”, dijo a la AFP Abigail Eras, del grupo ecologista Hakuna Kai.
Esta edición de la Cumbre Iberoamericana también está bajo la sombra de otras citas internacionales: el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Perú y la del G20 en Brasil.