"Si hubiera ido a un centro de acogida normal, aunque estos lugares estén pensados para los necesitados, el estigma contra las personas LGTBI+ es muy fuerte. Sé que me habría enfrentado a acoso, abusos o cosas peores, especialmente por cómo me presento, y mi ansiedad hubiera empeorado", afirma a EFE Karine, cuyo nombre ha sido modificado para proteger su identidad.
El Líbano cuenta actualmente con poco más de 1.100 centros habilitados como refugios para las alrededor de 1,2 millones de personas que se han visto forzadas a dejar sus hogares desde la incesante campaña de bombardeos de Israel iniciada el pasado 23 de septiembre y la subsiguiente invasión terrestre al sur del Líbano.
"Nunca imaginé que saldría de casa sin apenas llevarme nada y completamente desesperada. Ser una mujer cis y pertenecer al colectivo LGTBI+ me pone en una situación muy peligrosa, ya que me quedé sin hogar y no tengo a dónde ir porque mi casa fue destruida en esta guerra", señala.
Huir de la persecución
Karine creció en un lugar donde la gente como ella es vista como "pecadora, anormal y una amenaza para la sociedad y los niños".
Y en estos momentos la comunidad LGTBI+ "no sólo huye de la guerra, sino también del odio y la persecución por ser quienes somos. Nadie debería tener que elegir entre vivir como su verdadero yo o vivir seguro", asevera.
Pese a que el Líbano es de los pocos países en Oriente Medio que ha gozado de una mínima visibilidad pública del colectivo LGTBI+ comparado con otras naciones de la región, donde cualquier expresión de sexualidad no normativa está totalmente prohibida, el país mediterráneo mantiene una ley que criminaliza las relaciones "contra natura", usada durante años para perseguir a grupos vulnerables, especialmente contra personas trans, según han denunciado varias ONG.
De hecho, los activistas en el Líbano llevan luchando durante años para abolir el artículo 534 del código penal libanés que persigue las conductas consentidas del mismo sexo y "contrarias al orden de la naturaleza" que pueden ocasionar penas de prisión de hasta un año, una reliquia colonial impuesta durante el mandato francés a principios del siglo XX.
"Ojalá alguien pudiera ayudar a nuestra gente a crear más espacios seguros y ofrecer más apoyo a los que no lo están recibiendo", indica Karine.
Refugios inclusivos
Karine es una de las alrededor de 60 personas LGTBI+ que se encuentran en tres centros seguros en el Líbano que ha podido habilitar Helem, la primera organización de derechos LGTBI+ del mundo árabe y creada en Beirut hace 24 años, afirma a EFE el coordinador de comunicación de la ONG, Doumit Azzi.
El trabajo de Helem ha tenido que cambiar radicalmente para dar una respuesta rápida ante la ofensiva israelí. Ahora tienen como prioridad ayudar y proveer refugio a los desplazados LGTBI+.
Entregan paquetes de ayuda, tanto a las personas que se encuentran en esos refugios seguros como los que están viviendo con amigos y familia, para "sobrevivir a la actual situación".
Entre esa ayuda, intentan cubrir las necesidades sanitarias para dichas personas, entre las que se encuentran tratamientos hormonales. Y lo que no pueden cubrir no les queda otra que referirlos a otras organizaciones que puedan ayudarles, señala Azzi.
Añade que en esos refugios colectivos, las "personas que son visiblemente 'queer' son acosadas y se enfrentan a la discriminación", por lo que vieron la "gran necesidad de proporcionar un refugio 'queer', un refugio inclusivo".
"Como individuos nos enfrentamos a una doble y hasta triple discriminación. Estamos hablando de un segmento demográfico, un grupo de la población, que antes de la guerra ya se enfrentaba a la discriminación (...) los individuos 'queer' que están fuera de esa estructura familiar tradicional son más vulnerables, y sufren doble y hasta triple el riesgo de las repercusiones de la guerra", explica.
Azzi reitera que siguen trabajando a cada hora del día e insta a cualquier persona de la comunidad que se sienta con miedo en un centro de desplazados colectivo que les llame para encontrar un hueco en sus refugios inclusivos.
"Sé que hay muchos que no han sido tan afortunados como yo. Sé que la necesidad de más espacios seguros y más recursos es urgente", zanja Karine.