“Pongan en el centro la voz de los que no son escuchados. Pienso en los más pobres que sufren al ser vistos como una carga o una molestia. Pienso en los que a menudo, muy jóvenes, tienen que abandonar su país para buscar un futuro mejor. Cuiden de cada uno: no son números sino personas y cada persona es sagrada”, explicó.
"Son rostros cuya dignidad hay que promover y proteger. Renunciemos a la cultura del miedo para abrir la puerta de la acogida y la amistad", pide el pontífice a los jóvenes presentes en la reunión en Tirana bajo el título "Peregrinos de Esperanza, constructores de paz".
Se trata del cuarto encuentro, tras los mantenidos previamente en las ciudades italianas de Bari (sur) y Florencia (norte), además de la francesa Marsella, adonde el papa viajó hace un año para lanzar un llamamiento a Europa sobre la necesidad de ocuparse de la vida de los migrantes.
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Francisco, que también recordó su visita a Albania hace diez años, apeló a "la nueva generación" como el "futuro de la región mediterránea" y pidió a los jóvenes reunidos en Tirana que "aprendan juntos a leer los signos de los tiempos" y "contemplen la diversidad" como "una riqueza querida por Dios".
"La fraternidad entre las cinco orillas del Mediterráneo que ustedes están construyendo es la mejor respuesta que podemos ofrecer a los conflictos y a la indiferencia que matan", añadió, al comparar el Mare Nostrum como algo "que une", "como un hermoso jardín que hay que cultivar".
Y les pidió "ser peregrinos incansables de la esperanza" para que "el Mediterráneo redescubra su más bello rostro: el de la fraternidad y la paz, y deje de ser un cementerio".
En la última década, cerca de 30.000 personas han muerto en el Mediterráneo, 22.300 de ellas en la ruta central, donde sólo en lo que va de 2024 más de 1.000 migrantes murieron o desaparecieron, según las ONG humanitarias que llevan a cabo labores de rescate en la zona.