Las autoridades brasileñas consiguieron este lunes extinguir todos los focos, aunque 48 municipios continúan “en alerta máxima” por la posibilidad de que resurjan nuevos incendios, de acuerdo con el Gobierno de São Paulo.
La Secretaría de Agricultura de São Paulo calcula que cerca de 4.000 propiedades rurales se vieron afectadas por las llamas en 144 localidades de la región.
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Los sectores bovino, azucarero, frutero y apicultor fueron los más impactados por el fuego, lo que podría tener consecuencias negativas en los resultados anuales de la industria agropecuaria nacional, uno de los motores económicos de Brasil.
La Policía investiga ahora el origen de los incendios y sospecha que la gran mayoría fueron obra de una acción criminal orquestada.
Desde el sábado pasado han sido detenidos tres sospechosos, acusados de provocar incendios en São José do Rio Preto, Batatais y Guaraci.
Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, el estado de São Paulo registró 2.316 focos de incendio entre el jueves y el viernes, casi siete veces más que los contabilizados en todo el mes de agosto del año pasado.
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Una de las localidades más afectadas fue Ribeirão Preto, la octava ciudad más poblada de São Paulo, con 700.000 habitantes, donde algunos vecinos abandonaron sus casas ante la cercanía del fuego, se suspendieron clases y se cancelaron vuelos por la baja visibilidad.
Las altas temperaturas, la baja humedad y las fuertes rachas de viento propiciaron además que las llamas se multiplicaran en el estado más rico y poblado de Brasil, en un grave episodio que causó dos muertos en Urupês y alrededor de 800 evacuados en toda la región.
Además de São Paulo, en estados como Minas Gerais, también en la región sureste de Brasil, y en ecosistemas como la Amazonía y el Pantanal se han registrado este mes un alto número de incendios, los cuales también serían intencionales, según el Gobierno brasileño.
A ello se une la severa sequía que sufre más de la mitad del país, condición que favorece la rápida propagación de las llamas.