Una de las operaciones más exitosas en este sentido tuvo lugar durante la madrugada del 3 de agosto, cuando, según el gobernador de la región rusa de Rostov, Vasili Golubev, se produjo un ataque ucraniano con 55 drones contra ese óblast del sur de Rusia fronterizo con Ucrania.
Algunos de esos drones alcanzaron el aeródromo de Morozovsk, donde los aparatos no tripulados ucranianos destruyeron un bombardero Su-34 ruso y dañaron otros dos aviones del mismo tipo, según ha establecido la inteligencia militar ucraniana (GUR). También resultaron dañados depósitos de munición y otras infraestructuras de la base.
Fuentes de Kiev ya habían reivindicado el 27 de julio tras ataques con drones contra otros tres aeródromos militares en territorio enemigo, en una operación en las que fue dañado un bombardero supersónico ruso.
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El aeródromo de Morozovsk alcanzado el pasado sábado está situado a 265 kilómetros del frente, según el GUR ucraniano.
Una de las bazas del avance lento pero constante que Rusia está consiguiendo en el este de Ucrania es el uso masivo de bombas aéreas guiadas. Según información de Kiev, Rusia lanza cada mes más de 3.500 municiones de este tipo sobre las posiciones ucranianas y los núcleos urbanos que las tropas de Ucrania utilizan para defender pueblos y ciudades.
Arrasando estas estructuras desde el aire, la aviación rusa allana el camino a una infantería que carga sin tener en cuenta el número de bajas y se renueva sin interrupción con más hombres con los que saturar el frente.
Las bombas aéreas son prácticamente imposibles de interceptar una vez lanzadas desde los aviones. Estos explosivos están dotados de sistemas de navegación que les dan autonomía y permiten a los aviones lanzarlas a decenas de kilómetros de distancia del objetivo, y sin entrar, por tanto, en el radio de la mayor parte de sistemas antiaéreos enemigos.
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Para derribar estos aviones, Ucrania necesitaría desplegar cerca del frente los mejores sistemas occidentales con los que cuenta, lo que supone un riesgo inasumible para Kiev que además dejaría desprotegida otras zonas estratégicas de la retaguardia.
Neutralizar a la aviación en origen
Ante esta situación, Ucrania ve como única solución poder atacar a los aviones rusos en los aeródromos en que están estacionados los cazas que lanzan bombas aéreas y misiles de distintos tipos contra territorio ucraniano.
El armamento más efectivo para llevar a cabo estas operaciones son, en principio, los misiles occidentales de largo alcance que los aliados europeos y norteamericanos de Ucrania le proporcionan en números limitados.
Pero los gobiernos de la OTAN que cuentan con estas capacidades siguen sin permitir a Ucrania dar este uso a los misiles por temor a posibles represalias rusas, por lo que Kiev recurre a los drones de larga distancia que ha desarrollado masivamente desde el comienzo de esta guerra para atacar este tipo de objetivos.
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En un mensaje publicado en su cuenta de la red social X, el consejero presidencial ucraniano Mijailo Podoliak ha explicado que Ucrania podría cambiar a su favor el curso de la guerra si consiguiera destruir “de forma sistemática” las bases de la aviación estratégica rusa.
Mientras espera a que sus aliados le permitan utilizar la mejor arma a su disposición para conseguir este objetivo, Kiev intensifica el uso de sus propios drones para infligir el mayor daño posible a la aviación enemiga y debilitar la maquinaria de guerra del Kremlin con ataques a la industria militar y petrolera que alimenta al Ejército ruso en el frenfe.