Xiang Xiang nació en el zoológico japonés de Ueno (Tokio) en 2017 y el pasado 12 de junio celebró su séptimo cumpleaños en la base Bifengxia del Centro de Investigación y Conservación del Panda Gigante, en la provincia central de Sichuan, donde vive desde su llegada a China en febrero de 2023.
La osa engulló por su aniversario un banquete de brochetas de bambú tierno, zanahoria y manzana, dentro de un recinto cuyo exterior se decoró con racimos de globos y decoración festiva y ante la atenta mirada de decenas de visitantes chinos, pero también de turistas japoneses que acudieron emocionados a visitar y felicitar a su “vieja” amiga.
Osos con billete de regreso
La célebre “diplomacia de los pandas” que desarrolla el país asiático y que permite que ejemplares de esta especie residan en otros países tiene reglas muy claras: las crías que nazcan fuera de China deben retornar al país una vez que alcanzan la madurez sexual -entre los 3 y 5 años-, y los pandas que fueron enviados ya adultos también vuelven cuando entran en la vejez.
Como Xiang Xiang, otros muchos pandas viven en la idílica base Bifengxia tras dejar atrás sus días en el extranjero, entre ellos Bei Bei, nacido en el Zoológico Nacional de Washington (EE.UU.) en 2015 y que viajó a China en noviembre de 2019, como antes lo hicieron sus hermanos Tai Shan y Bao Bao, o hace solo siete meses Xiao Qi Ji.
Los osos retornados tienen incluso un lugar especial en Bifengxia llamado "El paraíso de los pandas nacidos en el extranjero", algo que ayuda a que los turistas que llegan ávidos de saber qué tal les va a los añorados ejemplares a los que un día conocieron en sus países.
Y es que los pandas enviados al exterior o nacidos allí copan titulares cuando regresan a China, tanto en los lugares que los despiden con pena como en China, donde la población recibe con regocijo cada regreso de uno de los “tesoros nacionales”, como los chinos denominan a estos animales.
Pero cuando los motores del avión que los transporta se apagan y la noticia se diluye, comienza la verdadera odisea de los viajeros: adaptarse a una vida completamente nueva, lejos de todo lo que conocían anteriormente.
“Las mejores herramientas en este proceso son el cariño y la paciencia”, asegura a EFE Zhao Lanlan, una de las cuidadoras de la base Bifengxia.
Pandas “lost in translation”
Zhao, quien tiene a su cargo a la cumpleañera Xiang Xiang, confirma que cuando la osa regresó de Japón no entendía una palabra de mandarín.
“Estaba acostumbrada a escuchar hablar japonés en su entorno y a responder a comandos y palabras en japonés”, explica Zhao, quien recurrió al uso del dialecto sichuanés porque lo consideró más sencillo y cómodo para comunicarse con el panda.
Les llevó unos tres meses habituarse la una al otro y entablar “una relación de confianza en términos del sonido, del lenguaje e incluso del olor”.
En las primeras semanas o incluso meses después del regreso de un panda desde el extranjero, sus cuidadores pasan mucho más tiempo de lo normal con ellos para lograr alimentarlos o simplemente para acompañarlos.
Durante esos momentos, cuenta Zhao, “charlan” constantemente con los pandas y en ese proceso se van acostumbrando uno al otro, “se construye la confianza” y, de camino, los animales aprenden chino.
Es el mismo libreto que seguirá la familia “hispanohablante” de cuatro pandas -los padres y sus dos hijos- que regresó a China desde Madrid (España), el pasado 1 de marzo, aunque estos no vivirán en Bifengxia, sino en otra base ubicada en la capital provincial, Chengdu.
Todos los osos que vuelven desde otros países lo hacen para vivir a bases de conservación, ya que por su edad son demasiado mayores para participar en el programa de preparación para la vida en libertad, que comienza cuando nacen y se prolonga al menos dos o tres años.