"Descolonizar para mí es alzar la voz por esos niños wayuu que no saben que tienen voceros" que defienden sus derechos, afirma a EFE la escritora, que participa en 'Leer Iberoamérica Lee 2024', unas jornadas internacionales que reúnen a profesionales de la literatura en Casa de América en Madrid.
En coincidencia con la Feria del Libro de Madrid, la también abogada asiste como miembro activo de la comunidad wayuu, para participar en unos talleres sobre 'El rescate de las infancias', un diálogo enfocado en los derechos de los niños.
Sus obras literarias para explorar la cultura wayuu
Simanca es escritora desde hace 22 años y ha escrito obras que han contribuido a visibilizar la desigualdad e injusticia social hacia su pueblo.
Sus cuentos enlazan al lector a través de distintos contextos y realidades de su pueblo con creaciones literarias románticas e idílicas.
La autora considera que el ser parte de una minoría étnica y haber tenido acceso a la educación le ayudaron a realizar su colección de cuentos cortos.
Entre sus obras destaca 'El encierro de una pequeña doncella', un cuento que describe un ritual de las niñas wayuu cuando tienen su primera menstruación.
"Se les corta el cabello, son sometidas a dietas rigurosas, aprenden tejeduría, conocen el rol de mujer que tendrán en la comunidad y a como ser madres", asegura.
'Manifiesta no saber firmar' es otra de sus obras narrativas, que obtuvo una mención de honor en el Concurso Nacional de Cuento Metropolitano en Barranquilla y fue presentada en la 18 Feria Internacional del Libro de Bogotá.
"Hay casos que me conmueven mucho, el matrimonio de niñas con hombres mayores, una mujer trans en territorio wayuu, las personas que por no conocer el idioma español les colocaban nombres de algún animal u objeto", explica.
La literatura wayuu como legado cultural y herramienta de lucha
Hay escenarios de su comunidad que conmueven a la escritora, quien además vela por las minorías sexuales.
La falta de identidad es otro de los desafíos que enfrentan los wayuu, asegura Simanca.
"Está el caso de la wayuu trans, quien esperó 45 años para que el Estado le emitiera su cedula de ciudadanía. Es una mujer que se dedica a lavar ropa ajena y por mucho tiempo vio pasar registradores municipales y no le era posible", relata.