“A veces escuchamos frases como ‘piensa en ti’ o ‘no dependas de nadie’. Son falsedades que engañan a las personas, haciéndolas creer que es bueno no depender del resto, actuar por su cuenta, vivir como islas”, lamentó el papa Francisco en el Aula Pablo VI del Vaticano.
El pontífice advirtió que ese tipo de actitudes “solo crean mucha soledad”.
“Como, por ejemplo, por la cultura del descarte, los ancianos son dejados solos y deben pasar sus últimos años de vida lejos de casa y de sus seres queridos (...) No deben ser dejados solos, deben vivir en familia, en comunidad, con el afecto de todos. Y si no pueden vivir con la familia, debemos ir a verles y serles cercanos”, pidió.
El pontífice señaló que “nuestra sociedad está repleta de gente especializada en muchas cosas, rica en conocimiento, y con medios útiles para todos” pero todo eso se ve amenazado por el egoísmo.
“Si no se comparte, si cada uno piensa en sí mismo, toda la riqueza se perderá, supondrá un empobrecimiento de la humanidad. Y ese es un gran riesgo para el nuestro tiempo. La fragmentación y el egoísmo”, subrayó.
Por ello, el papa argentino llamó a crear un mundo en el que "nadie tema acabar sus días solo" no solo impulsando "programas de asistencia" sino también "proyectos distintos de existencia" que valore la edad como una "riqueza para todos".
“Los ancianos tienen mucho que enseñar”
Los ancianos, apuntó, “ven de lejos porque han vivido muchos años y tienen mucho que enseñar”, como por ejemplo “lo fea que es la guerra”.
El propio Francisco confesó haber aprendido esa lección de su abuelo italiano, que había vivido en la I Guerra Mundial: “Con sus historias me hizo comprender que la guerra es horrible, que no debe hacerse nunca”, dijo, para después recordar una canción que se entonaba en el frente.
El papa, de 87 años, llegó al Aula Pablo VI andando por su propia cuenta y no con la silla de ruedas que suele usar por sus problemas de rodilla, para participar en este encuentro intergeneracional impulsado por la Fundación ‘Età Grande”.
Aunque sí usó la silla para saludar a los presentes al término de la audiencia.
En la sala vaticana le esperaban, además de miles de abuelos y niños, el actor y cómico Lino Banfi, consagrado como el “abuelo de Italia” y que dedicó unas palabras al pontífice, declarándolo “abuelo del mundo”.