Recorre Brasil y multitudes lo reciben como un héroe en actos políticos, aunque está inhabilitado para ser candidato y es sospechoso de tramar un golpe de Estado. Más que nunca contra las cuerdas, Jair Bolsonaro no se da por vencido.
Poco más de un año después de dejar la presidencia, el ultraderechista, de 69 años, podría ser imputado y, eventualmente, detenido en cualquier momento.
Recientes confesiones de dos ex altos militares lo relacionaron de forma directa con un supuesto plan para mantenerse en el poder tras perder las elecciones de 2022 frente al izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Y esta semana, la policía recomendó procesarlo por hallar indicios suficientes de que falsificó su certificado de vacuna anticovid y el de su hija.
Bolsonaro niega todo y dice ser víctima de una “persecución implacable”.
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Pero lejos de mantener un perfil bajo, mientras es objeto de allanamientos, le han retirado su pasaporte y tiene prohibido el contacto con varios aliados, el excapitán del ejército se muestra muy activo.
Popularidad robusta
De cara a los comicios municipales de octubre, oficia de padrino de precandidatos de su Partido Liberal, a los que acompaña por el país con el fin de hacerlos beneficiar de su capital político.
En sus redes sociales publica videos con sus llegadas a aeropuertos llenos de simpatizantes, o subido al techo de un carro en marcha mientras saluda y se hace selfis con ellos.
Y es que su popularidad sigue siendo robusta. En un sondeo divulgado en febrero con la pregunta de por quién votaría si las elecciones fueran en ese momento, la ventaja de Lula sobre Bolsonaro fue de 3,1 puntos. Un empate técnico.
La analista política Mayra Goulart explica que, gracias a su discurso, Bolsonaro es todavía un “símbolo” para quienes no se sienten representados por la élite política y defienden la conformación tradicional de la sociedad.
Y además cuenta con una “estrategia eficiente” de redes sociales, que se han convertido en un sistema “alternativo” de información “que tiene sus propias verdades”. O sea, las “fake news”, resume a la AFP la profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro.