En gran parte del mundo musulmán, este mes de ayuno es sinónimo de grandes celebraciones y copiosas comidas en familia cuando se pone el sol, pero este año los palestinos de Gaza no están para festejos.
“Este Ramadán no tiene gusto de Ramadán. Tiene más bien gusto de sangre, de miseria, de separación y de opresión”, afirmó Um Mohammed Abu Matar, una palestina que cocina unos panes en un fuego hecho con trozos de cartón.
“No sentimos la alegría del Ramadán, la hemos perdido porque la ocupación nos ha desplazado y ha destruido nuestras casas”, dijo en la misma línea Mohammad al-Masry, refugiado en Rafah, una ciudad en la frontera con Egipto donde se hacinan más de la mitad de los 2,4 millones de habitantes de Gaza.
Entre las tiendas de campaña, las familias desplazadas en Rafah se reunieron alrededor de platos de arroz acompañados por un pequeño trozo de carne.
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En el norte del territorio, “más de 2.000 empleados de los servicios sanitarios no podían encontrar nada de comer para romper el ayuno”, afirmó el Ministerio de Salud de este territorio controlado por Hamás desde 2007.
“El tiempo apremia” para evitar la hambruna, especialmente en el norte de la Franja, “camino a una catástrofe humanitaria” al no recibir la ayuda alimentaria suficiente, alertó Cindy McCain, responsable del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Según el Ministerio de Salud de Hamás, 25 personas, entre ellos 21 niños, murieron por desnutrición y deshidratación en los hospitales de Gaza desde el inicio de la guerra.
Tregua
A pesar de una nueva ronda de discusiones en El Cairo a principios de marzo, Estados Unidos, Catar y Egipto —los países mediadores— no lograron que las partes acordaran una tregua.
Hamás exige un alto el fuego definitivo y la retirada de las tropas israelíes antes de cualquier acuerdo sobre la liberación de los rehenes retenidos en Gaza.
Israel exige que el movimiento islamista proporcione una lista de los rehenes que aún están vivos, pero Hamás declaró que no sabe quiénes entre ellos están “vivos o muertos” .