“Queridos hermanos sacerdotes, perdonamos, perdonemos siempre, y nos reencontraremos a nosotros mismos, concedamos siempre el perdón a quienes lo pidan (...) Pongamos de nuevo el perdón de Dios en el centro de la Iglesia”, animó el papa Francisco.
Y añadió, mirando a los curas que asistieron a la liturgia: “Y ustedes queridos hermanos sacerdotes no pregunten demasiado, dejen que hablen y perdonen todo, no anden ahí... (indagando), no”.
El pontífice argentino salió hoy de los muros vaticanos para acudir a este barrio de la periferia romana y presidir una “liturgia penitencial” en el marco de la iniciativa “24 horas por el señor”, que se celebra cada año en todas las diócesis antes del tercer domingo de Cuaresma.
Francisco llegó a las puertas de la parroquia en la silla de ruedas que desde hace tiempo utiliza por sus conocidos problemas de movilidad y saludó a los numerosos fieles que le esperaban en la calle, entre estos muchos niños.
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Dentro del templo, el papa, que en los últimos días ha padecido un resfriado que a menudo le impedía leer sus discursos, pronunció una homilía centrada en el perdón, asegurando a los fieles que le escuchaban que “Dios no se cansa nunca de perdonar”.
“No aparcados en las calles de la vida”
“Él lo quiere, porque nos quiere renovados, libres, ligeros en el interior, felices y en movimiento, no aparcados en las calles de la vida. Él sabe lo fácil que es para nosotros tropezar, caer y acabar por el suelo, y quiere ayudarnos a levantar”, aseguró.
Tras la lectura de su homilía, Francisco confesó personalmente a algunos fieles en un lateral del templo.