El Toro Huaco o la antigua danza rebelde y de fe que resiste en Nicaragua

Diriamba (Nicaragua), 19 ene (EFE).- El nicaragüense Alejandro Espinoza tenía 16 años cuando participó, por primera vez, en el baile callejero del Toro Huaco, una antigua y tradicional danza que refleja la picardía, el ingenio y rebeldía de los nicaragüenses para sobrevivir en la época colonial.

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Ocho años después, Alejandro es uno de los que sigue pagando promesas bailando el Toro Huaco en las calles de la ciudad de Diriamba, departamento de Carazo, en el Pacífico sur de Nicaragua, en el marco de las fiestas patronales en honor a San Sebastián.

Ahora con 24 años y mientras se prepara para danzar, Alejandro comenta a EFE que baila para pagar una promesa que le hizo a su madre en 2016.

Desde entonces, año con año participa de ese baile tradicional en el que los danzantes utilizan colorida vestimenta y máscaras simulando ser conquistadores europeos o bien burros.

En la coreografía, los participantes bailotean cargando chischiles (cascabeles) que mueven con las muñecas de sus manos, mientras van ataviados con trajes que simbolizan vivir en la época colonial.

Los trajes, elaborados con llamativos colores en telas satinadas y coronados con sombreros de plumas de pavo real, resaltan entre los visitantes, incluido turistas extranjeros.

En las fiestas de Diriamba, a 40 kilómetros al sur de Managua, las danzas de El Güegüense y el Toro Huaco se apoderan de las calles de ese pintoresco pueblo para que los visitantes puedan apreciar las coreografías.

La música del Toro Huaco destaca por ser suave y penetrante, al ritmo del tambor y la flauta de un único intérprete, que lleva atuendo de bovino y dirige la marcha danzante.

En tanto El Güegüense, que es reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, se baila al ritmo de melodías lentas y rápidas interpretadas con pito, tambor y violín.

Esa celebración marca el inicio de las fiestas patronales en honor al santo patrono de esa localidad, San Sebastián, que culminan a finales del mes de enero.

La fiesta en Diriamba, un pequeño pueblo bien tradicionalista, inicia con la "bajada" de la imagen de San Sebastián, quien permanece en una iglesia por un par de días.

La fiesta central es cuando en una procesión, en la que los feligreses cargan réplicas de San Sebastián, San Marcos y Santiago Apóstol, se unen en el denominado "Tope de Santos", en medio de bailes, bombas artesanales, y promesantes que avanzan de rodillas como una manera de saldar o pedir por una promesa.

Las tres imágenes se encuentran en el municipio de Dolores, entre las ciudades de Diriamba, Jinotepe y San Marcos, en el departamento de Carazo, a unos 50 kilómetros al sur de la capital nicaragüense.

Dichas fiestas, que tienen más de tres siglos de antigüedad, según sus organizadores, incluyen corridas de toros, celebraciones populares, misas, dianas, procesiones y bailes en un ambiente de jolgorio, rebeldía y fe.

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