“No jueguen con fuego en la Línea Azul”, dijo el político portugués en una declaración a los medios en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, cuando se cumplen cien días de los ataques del brazo armado de Hamás del 7 de octubre que dieron comienzo a la guerra entre el grupo islamista palestino e Israel en la Franja de Gaza.
Israel ha desplegado más de 200.000 soldados en su frontera norte, donde unas 80.000 personas han sido evacuadas, mientras que más de 70.000 han huido del sur del Líbano ante las constantes hostilidades entre el grupo chií libanés Hizbulá y el Ejército israelí.
En su mensaje, Guterres dejó claro que "no puede suceder en Líbano lo que estamos viendo en Gaza. Y no podemos permitir que lo que está ocurriendo en Gaza continúe".
Tras los ataques de Hamás, que dejaron unos 1.200 muertos y cientos de personas secuestradas, Israel lanzó una ofensiva sobre el enclave palestino que ha cobrado ya la vida de más de 23.000 personas, la mayoría mujeres y niños.
Numerosos organismos de la ONU, así como una mayoría de países, han pedido un alto el fuego en la Franja de Gaza ante las abrumadoras cifras de víctimas civiles, "sin precedentes" en los años en que Guterres lleva siendo secretario general de Naciones Unidas.
"Nada puede justificar el castigo colectivo del pueblo palestino", aseguró el portugués, que también pidió la liberación de los rehenes israelíes tomados por Hamás.
Israel, así como su principal aliado, Estados Unidos, defiende que un alto el fuego solo serviría para que el grupo islamista se rearme y vuelva a atacar.
El secretario general recordó que la nueva coordinadora de ayuda humanitaria para el enclave asediado, Sigrid Kaag, comenzó sus labores la semana pasada, después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución para impulsar el envío de ayuda a los palestinos.
Guterres pidió que todas las partes hagan esfuerzos para facilitar el trabajo de Kaag, y recordó que los obstáculos al envío de ayuda humanitaria son claros: el acceso seguro, un entorno donde trabajar sin peligro, y el retorno de la actividad comercial.
Más de 150 trabajadores de la ONU en el enclave han muerto desde que comenzó la ofensiva israelí, la mayor pérdida de vidas en un solo conflicto en la historia de la organización.