La cita de Davos no sólo es la primera gran cita anual que marca la pauta de las expectativas y los temores para el resto del año, sino también la única cumbre público-privada de alcance mundial, en la que los responsables políticos y los dirigentes empresariales que mueven la economía mundial dialogan sin grandes protocolos y una naturalidad imposible en cualquier otro entorno.
Cada año los organizadores escogen un lema que guiará los debates y reflexiones. Hace exactamente veinte años el lema fue "Construyendo la confianza" con los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos muy frescos en la memoria, y este año el Foro de Davos ha recuperado ese lema llevándolo más lejos; "Reconstruyendo la confianza".
La confianza se ha convertido en un capital huidizo, con las democracia y sus valores que tiemblan en varias partes del mundo, sociedades cada vez más decepcionadas de sus líderes y una situación económica internacional que abona a la incertidumbre de los trabajadores y golpea las esperanzas de los pobres de salir de su condición.
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Los conflictos armados, principalmente los de Ucrania y Gaza, y las crecientes amenazas relacionadas con el cambio climático y la ciberseguridad profundizan todavía más los miedos.
“Estamos en un mundo fracturado y donde aumentan las divisiones sociales, lo que conduce a una incertidumbre generalizada y al pesimismo. Tenemos que reconstruir la confianza en el futuro mirando a las causas de los problemas actuales”, ha señalado al respecto Klaus Schwab, fundador y director ejecutivo del Foro Económico Mundial, la entidad suiza que organiza la cita de Davos.
Ese mensaje será el que la agenda de la reunión de cinco días en Davos intentará hacer circular entre los 2.800 participantes de países de todas las regiones y sectores de la economía, así como académicos, líderes sociales y de grandes oenegés.
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Como cada año, por el Centro de Congresos del pueblo de Davos -cuyo principal atractivo es ser una apreciada estación de esquí- pasarán en los próximos días líderes políticos de las principales potencias.
Este año, el primer ministro chino Li Qiang abrirá el desfile y le seguirán la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el presidente francés Emmanuel Macron, entre otros.
El programa del Foro prevé una intervención del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, que podría ser en persona en caso de que la situación en su país lo permita.
Aunque por mucho tiempo sus detractores identificaron la cita de Davos como el “foro del capitalismo”, ello no ha sido obstáculo para que acudan dirigentes críticos con este modelo económico, como el presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien ha confirmado su participación por segundo año consecutivo.
Sin duda, uno de los personajes que más atraerá la atención de la prensa será el nuevo presidente argentino, Javier Milei, cuyo entorno ha adelantado que no tiene intención de hacer declaraciones públicas más allá de la intervención que tiene previsto realizar el próximo día 17 en el auditorio principal del Foro.
Por Estados Unidos encabezarán la delegación el secretario de Estado, Antony Blinken, y el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, dos manos derechas de la Administración de Joe Biden.
Sullivan participará hoy en Davos en una reunión con asesores de seguridad de noventa países para abordar -al margen del Foro- el plan de paz del presidente de Ucrania y se espera que en este encuentro renueve el compromiso de Washington al esfuerzo militar de ese país en su guerra contra Rusia.
Los representantes rusos, incluidos los oligarcas que acostumbraban financiar exclusivas recepciones y fiestas durante la semana del Foro de Davos, han quedado completamente excluidos de este evento desde su agresión armada contra Ucrania.