Desde sus inicios como bailarina hasta su éxito mundial como Raffaella Carrà, los tres episodios del documental “Raffaella” trazan un retrato de una mujer italiana tan simpática, generosa y enérgica como aparentaba, pero que encerraba una gran inseguridad personal, era tremendamente celosa y buscó el éxito casi con desesperación.
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¿Quién era realmente Raffaella? Esa es la pregunta que plantea el primer capítulo de la serie, y a la que trata de responder con el testimonio de muchas personas que la conocieron de cerca.
Como su sobrino Matteo, su asistente personal (Lidia Turchi), el cantante Tiziano Ferro (que se emociona hasta las lágrimas al hablar de la artista), la actriz española Loles León (colaboradora de Carrà en dos programas televisivos), el productor musical José Luis Gil o Barbara Boncompagni, hija del que fuera su primera pareja conocida, el productor y presentador televisivo Gianni Boncompagni.
Con imágenes de su infancia en Bellaria, una ciudad costera del noreste de Italia, el documental hace hincapié en lo duro que fue para ella el divorcio de sus padres, que le provocó un sentimiento de abandono paterno que no desapareció nunca.
Entrevistas de archivo de Carrà, testimonios de amigos y familiares, fotografías de su infancia e imágenes de sus actuaciones en todos los rincones del mundo se mezclan en un relato que ofrece bastantes curiosidades sobre la figura de una cantante que revolucionó primero Italia, luego España y después el mundo entero, con una relación especial con Latinoamérica.
Lo hizo con canciones como “Fiesta”, “Luca” o “A far l’amore comincia tu” (‘En el amor todo es empezar’), una forma de bailar eléctrica y un estilo divertido y sensual poco habitual a comienzos de los setenta en Europa, que fue lo que cautivó al público, como cuenta la serie, dirigida por Daniele Luchetti.
Los tres capítulos narran su primer intento de triunfar como bailarina, su breve contrato en Hollywood -donde trabajó con Frank Sinatra- o su faceta como presentadora y entrevistadora de personajes como Henry Kissinger o la madre Teresa de Calcuta.
Y de su faceta más personal, habla de su deseo incumplido de ser madre, el amor que sentía por sus sobrinos, la nula relación con su padre (al que pagó sus gastos médicos en sus últimos años, pero a quien nunca quiso ver) o la necesidad de protección que buscó en Boncompagni y en el bailarín Sergio Japino, sus parejas más conocidas.
Carrà hablaba sin tapujos de su vida personal en sus programas televisivos o en las entrevistas que se le hacían, aunque nunca ahondaba demasiado. Una de las escenas más reveladoras del documental es una grabación en la que la cantante defiende con fuerza a su madre de críticas lanzadas en los medios. "A mi madre no se la toca", dijo con firmeza.
Un mito televisivo
Anécdotas que salpican la historia de su carrera, con un punto claro de inflexión cuando en 1970 le ofrecieron copresentar “Io, Agata e tu” junto al cantante francés Nino Ferrer. Puso como condición que le dejaran hacer un número de baile de solo tres minutos y eso fue suficiente para convertirse en una estrella de la noche a la mañana.
Raffaella Carrà se convirtió en un mito en Italia, sus programas de televisión batían récords de audiencia y, cuando comenzó a publicar discos, fueron superventas, especialmente desde que cantó “Tuca tuca” con Alberto Sordi en 1971 en “Canzonissima”.
Pero el idilio que parecía eterno de Carrà con su país se interrumpió bruscamente en 1978 con la emisión de uno de sus programas en la RAI cuando Italia estaba conmocionada por el secuestro de Aldo Moro, como relata el documental.
La televisión decidió emitirlo pese a que ella les pidió posponerlo y las críticas contra Carrà fueron sangrantes. "Me analizaron profunda y violentamente. Escribieron todo tipo de mentiras sobre mí", lamentó.
Tampoco fue entendido que en 1987 dejara la RAI para trabajar para Fininvest, de Silvio Berlusconi. Y la audiencia no la respaldó.
En esos momentos difíciles, aparecía 'la Pelloni' y sacaba a Carrà de dónde estuviera, como resalta la cantante en otra de las entrevistas que se incluyen en el documental.
Pero si algo queda claro en el documental es que a Raffaella Maria Roberta Pelloni no la conoció nadie en profundidad. Decidió ocultar a todos la enfermedad que acabó con su vida en julio de 2021. Y, como señala uno de sus amigos más cercanos, Rosario Fiorello: “Nos hizo dudar de si la conocíamos tanto como creíamos”.